A cinco años del Acuerdo de París
El 2015 participamos en el hito histórico de la firma del Acuerdo de París. El mundo entero se unió para luchar contra el cambio climático, luego de décadas de intentos fallidos. Lo que parecía imposible se hizo inevitable por la evidencia científica de esta amenaza global.
Hoy celebramos el quinto aniversario del Acuerdo, en medio de una pandemia que ha demostrado a la humanidad la importancia de la protección de la biodiversidad y vivir dentro de los límites planetarios. Hoy 96% de los mamíferos terrestres son seres humanos, o ganado. Un 70% de las aves del mundo son gallinas y otro tipo de aves domésticas. Sólo un 30% son salvajes. Ese nivel de cambio nos dejó vulnerables a enfermedades zoonóticas.
El Acuerdo de París actuó contra el calentamiento global extremo que puede frenar décadas de avance en la lucha contra la pobreza. El Banco Mundial estima que alrededor de 4,8 millones de personas en Latinoamérica caerán en la pobreza extrema fruto del COVID 19. El cambio climático puede incrementar la pobreza en 5 millones más a finales de esta década. Hacia finales de siglo nuestro ingreso per cápita puede descender en 10%. Afectará más a las personas de menores recursos. A modo de ejemplo el Huracán Mitch afectó a Honduras el año 1998. El quintil más pobre perdió 18% de sus pertenencias. El quintil más rico, sólo un 3%.
Para evitar el calentamiento extremo debemos llegar a cero emisiones netas hacia mediados de siglo, y así mantenerlo bajo 1,5 grados Celsius. La cifra no es antojadiza. Sobre esta temperatura desaparecerían muchas islas bajo el mar. También para Chile representa la sobrevivencia de los glaciares andinos. Estos aportan alrededor de 70% del agua de ríos como el Aconcagua o el Maipo. De no impedir el calentamiento se espera que retrocedan en un 98% hacia finales de siglo, dejando en duda el suministro de agua de la zona central.
Lo bueno es que el año 2020 no ha sido un año perdido en cambio climático. A comienzos de año sabíamos que los compromisos de los países eran insuficientes para alcanzar la meta de 1,5 grados. Se proyectaba que con los compromisos adquiridos este calentamiento superaría los 3 grados, dejando un clima futuro peligroso, lleno de daños irreversibles como colapsos ecológicos y subidas abruptas del nivel del mar. Este año debían actualizarse los compromisos, y la viabilidad del acuerdo estaba en cuestión si es que no había mayor ambición. Chile estuvo a la altura con una meta de descarbonización hacia mediados de siglo. Siguieron Costa Rica, la Comunidad Europea, Japón, Corea, y finalmente China. Reino Unido, como presidente de la COP26, adoptó quizás la meta más ambiciosa de todas: reducir sus emisiones en 68% al 2030, y prohibir la venta de vehículos de combustión interna al 2030. Finalizado el año, si todos los compromisos se cumplen estaremos hablando 2,1 grados de calentamiento, y cuando Estados Unidos con Joe Biden vuelva al tratado, tendremos a la vista los 1,5 grados de calentamiento que compromete el Acuerdo.
Para Chile el Acuerdo ha tenido muchas implicancias. Fue la primera vez que mostramos nuestro liderazgo en la protección de océanos.
El 2015 habíamos sido anfitriones de Our Ocean, junto al canciller estadounidense John Kerry, donde la presidenta Michelle Bachelet anunció la creación del parque marino Nazca-Desventuradas y el área marina protegida de Rapa Nui. En París lanzamos la declaración “Because the Ocean” para incluir la protección del Océano como un instrumento para combatir en cambio climático. La declaración partió con 23 países firmantes y hoy suma 39 países comprometidos en la protección de los océanos de la sobrexplotación pesquera, de la acidificación, y en favor del sustento de las comunidades costeras. Terminado el gobierno, pasamos de proteger el 3% del nuestro mar, a un 42%. Hoy el nuevo compromiso climático del país continúa, comprometiendo expandir la protección de ecosistemas costeros de la zona central, los planes de manejo de las áreas protegidas y la fiscalización de ellas.
Chile nuevamente se consolida como la principal economía para invertir en el mundo, según Bloomberg. Si en la década pasada se invirtieron 14 mil millones de dólares en energía solar y eólica, este año hay 10 mil millones de dólares de inversión en curso. Chile con su nueva estrategia de hidrógeno verde, puede gatillar más de 330 mil millones de dólares de inversión renovable adicional, y así transformarse en la Arabia Saudita de combustibles cero emisiones, vendiendo 33 mil millones de dólares al año de un recurso infinito como nuestro sol.
Para proteger a las nuevas generaciones y su futuro, no podemos contentarnos con lo avanzado, sino acelerar nuestra descarbonización, tomando medidas ambiciosas como un cierre anticipado de las termoeléctricas a carbón al 2030, o un sistema de transporte público 100% eléctrico para ese año, además de suscribir el Acuerdo de Escazú sobre justicia ambiental. Y habrá que profundizar el uso de impuestos verdes que fueron determinantes en esta revolución energética. Llamamos a apostar por Chile y sus recursos renovables, los que iluminarán nuestro futuro con un clima más seguro. La reactivación económica post pandemia estará marcada por esta transformación, en la que nos jugamos el cumplimiento de nuestros compromisos. Pero una ruta de descarbonización genera más empleo, crecimiento, y un planeta más saludable, con aire más limpio para todos.