¡A lo subjetivo… y más allá!
Por Rodrigo Montero, decano Facultad de Administración y Negocios Universidad Autónoma
Es bien sabido que la relación entre PIB y bienestar es compleja: mayores niveles de ingreso, como consecuencia de mejores tasas de crecimiento del PIB, no necesariamente se traducen en mejores indicadores de bienestar social. Por ejemplo, un mayor PIB puede ser a costa de más contaminación medioambiental, más estrés entre la población y peores indicadores en términos de distribución del ingreso. Stiglitz, Sen y Fitoussi lo señalaron ya en 2009 en su famoso “Report of the Commission on the Measurement of Economic Performance and Social Progress”. El crecimiento económico no garantiza más por sí mismo un mayor bienestar, y por ello propusieron que los países hicieran un esfuerzo significativo por complementar sus estadísticas oficiales para incluir indicadores asociados al bienestar subjetivo de las personas. De hecho, en un interesante paper de 2015 junto a un colega de la Universidad Católica, mostramos con datos para Chile, que el ingreso monetario tiene un efecto positivo pero decreciente sobre la satisfacción con la vida de las personas.[1]
En este contexto, y con el ánimo de ayudar a contar con un conjunto de indicadores más amplio que permita conocer de mejor manera el bienestar de la población, la OCDE ha publicado recientemente el informe “¿Cómo va la vida en América Latina?”. Uno de los aspectos que se destaca del informe es que si bien el PIB per cápita en América Latina y el Caribe aumentó sostenidamente entre 2000 y 2019, a partir del año 2014 el promedio de satisfacción con la vida se redujo, y creció la proporción de personas con baja satisfacción con la vida. Estos datos relevan la importancia de medir de una manera integral el bienestar, a través de un enfoque multidimensional centrado en las personas. Así, los países de ALC – a pesar de experimentar importantes mejoras en los indicadores cuantitativos estándar – comenzaron a experimentar un profundo malestar social. De hecho, Chile tuvo su propio estallido social en octubre de 2019, y aún podemos palpar sus esquirlas.
El crecimiento y la prosperidad experimentado durante los últimos 30 años no había permeado a todos los segmentos por igual, y existían profundas carencias y un importante descontento entre la población. Por ello, el Ministerio de Desarrollo Social y Familia de Chile ha estado desarrollando un marco de medición del bienestar social, que permita contar con datos más completos sobre bienestar y calidad de vida de los chilenos. En ese contexto es que se levantó la primera versión de la Encuesta de Bienestar Social, que complementa la información que se recoge regularmente a través de la encuesta Casen. Contar con más y mejor información, que nos permita entender el complejo fenómeno del progreso y del bienestar social, es condición necesaria para poder diseñar e implementar mejores políticas públicas.
[1] Montero, R., & Rau, T. (2015). Part-time work, job satisfaction and well-being: Evidence from a developing OECD country. The Journal of Development Studies, 51(4), 370-385.
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