A propósito de “la cocina”
Por Juan Carvajal, periodista y ex director de la Secom
El reciente fin de semana, la Unidad Constituyente decidió que realizaría una consulta (ya no se puede denominar primaria) convencional para dirimir a la candidatura del sector y así despejar cualquier duda sobre la elección del candidato o candidata. Según las declaraciones de los dirigentes, se busca evitar los acuerdos entre cuatro paredes o cualquier “cocina”, como se le denomina ahora a los entendimientos cupulares.
Curioso que este mismo sector del que surgieron las primarias como un mecanismo democrático, de amplia participación para reemplazar lo que antes eran los acuerdos de partidos, sea el que decida un mecanismo que esta fuera de la normativa legal que traspasó al Servel el manejo y la administración de dicho acto electoral, porque simplemente no logró consensuar previamente un nombre para dirimir las precandidaturas y las diferencias. Es más inentendible aún, porque esta es segunda elección presidencial donde le ocurre lo mismo.
Tampoco deja de llamar la atención que un lugar tan venerado, disputado y muchas veces añorado, termine demonizado por la política, más aún cuando en sus contornos suelen desarrollarse conversaciones más sueltas que inspiran buenas soluciones y, a veces, grandes resultados al calor del hermoso arte de cocinar.
Sin embargo, en el último tiempo la “cocina” pasó a ser parte del discurso de la política y, lo que es peor, con una connotación negativa y sinónimo de lo que no se debe hacer. Así como en toda cultura suele establecerse un consenso mínimo sobre el modelo más prestigioso de imitar por todos cuando se usa una lengua, la muy amada y prestigiada cocina se transformó de un día para otro en una norma lingüística que expresa algo que en política sugiere estar lo más lejos posible de las “buenas prácticas”.
Como todos hablamos con una finalidad y todos los mensajes son emitidos con un propósito particular, es evidente que se ha encontrado un recurso comunicacional que ahorra palabras, conceptos o simples explicaciones denominando como “cocina” a cualquier acuerdo que se busque denostar o rechazar tajantemente, ahorrándose la necesidad de argumentar.
Sin embargo, en la política la vida transcurre con coordenadas distintas a las que se aceptan públicamente y diariamente se discuten y acuerdan una buena cantidad de cosas, en círculos cerrados o pequeños, sin preocupación alguna de que estos tópicos provengan de la temida “cocina”. Y como botón de muestra vale un ejemplo proveniente del sector que más combate y denosta “la cocina”: la constituyente de la “Lista del Pueblo”, Loreto Vidal, decidió retirarse de ese novel conglomerado porque, según sus palabras, ella no comparte la “ley del talión” y es partidaria del diálogo amplio porque “el pueblo es diverso, es dialógico”.
En todos los ámbitos de la función pública se requieren decisiones. Lo que no debe ocurrir y que debe desterrarse de las prácticas de la política, es no asumir los errores invocando excusas como la comentada “cocina”, en vez de hacerse cargo de la incapacidad de llegar a consensos por un bien mayor.
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