Adam Smith es eterno
Por César Barros, economista
Es bien frecuente escuchar a parlamentarios y constituyentes descartar las opiniones de sus oponentes tratándolas, sin más, de “neoliberales”.
Todas las caricaturas -para que decir los insultos- y descalificaciones solo se esgrimen para descartar, sin ninguna discusión, los argumentos del “otro” o de “las otras”.
El verdadero creyente en la democracia y, básicamente, todo quien crea en la dignidad de las personas, tiene la obligación moral de remover las diferencias entre grupos a través de argumentos honestos. Y esos argumentos tienen que, además, entregar datos duros, pruebas, y no metáforas. Quienes descalifican, caricaturizan o se burlan de las ideas antagónicas, no buscan convencer, sino empujar, y en el extremo, tiranizar a sus oponentes. En el pasado lo han sido los judíos, la burguesía, los pueblos originarios y ahora último los neoliberales.
La democracia -y el liberalismo- es diálogo, intercambio de ideas, entrega de pruebas y creación de consensos. Algunos convencionales en la Convención Constituyente no hacen bien la pega. Es el caso de una “youtuber” de derecha, o de varios del PC y la Lista del Pueblo; cierto escritor menos, a pesar de sus disculpas. Politzer lo hace (bravo por ella).
Neoliberalismo, es Adam Smith: economía con moral. Smith fue un filósofo moral, y fue una de sus mejores obras “La teoría de los sentimientos morales”. Aparte -obviamente- de “La riqueza de las naciones”.
Neoliberalismo no es “laissez faire”, es libertad con virtudes morales. Alemania, Inglaterra y Australia son países neoliberales, aunque no les guste el término: mercado con moral, reglas claras, propiedad privada, libertad de emprendimiento, y un Estado liberal, en el sentido “smithsoniano”. Y es ese neoliberalismo el que derrotó a los socialismos duros y blandos (¿dónde está ahora la socialdemocracia alemana, el Partido Socialista Italiano o el francés?, ¿y el chileno?).
Y no nos equivoquemos: ni Trump ni Bolsonaro son neoliberales. Trabar el comercio internacional, asaltar el Congreso, amenazar con la fuerza bruta o producir déficits impagables, son cualquier cosa menos neoliberalismo. Y en Chile, las aberraciones de ciertos empresarios tampoco son parte del neoliberalismo: son traiciones a la doctrina de Adam Smith y de sus seguidores intelectuales.
Pero también, dentro de la argumentación democrática no debe primar la retórica hispánica: inútil y sin rigor. Deben primar los datos duros, las pruebas y el rigor intelectual. Y los tan “odiados 30 años” la llevan en cuanto a datos duros y de pruebas, por lejos.
No digo que el neoliberalismo sea perfecto; solo digo que “en promedio” trae más progreso, libertad y bienestar que el feudalismo, el mercantilismo y el socialismo. Y es cosa de ver el progreso de las economías “burguesas” y compararlas con las sociedades “no neoliberales”.
Por eso Cuba está pegada en 1959, se cayó el muro en 1989, y también desapareció la URSS. La China de hoy no es neoliberal, es una satrapía con mercado. La Rusia de Putin también lo es.
Pero las economías “burguesas” o neoliberales no están libres de las miserias de la naturaleza humana: la avaricia, la envidia o el engaño. Solo que “en promedio”, esas abominaciones son mucho, muchísimo menores a las que se dejan ocurrir en Cuba o Venezuela.
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