Adversas señales para reactivar la inversión

Embotelladora Andina

La salida de la actual crisis de empleo y bienestar requiere asumir aquello que sí se sabe sobre cómo volver a estimular la inversión, lo que está muy alejado de las heterodoxas fórmulas que se buscan instaurar.



El instrumento más confiable para lograr bienestar y empleo es el fortalecimiento de la inversión. Sin embargo, esta ha tenido un muy mal desempeño por largos años. Mientras la inversión en construcción creció al 6,6% promedio anual entre 2003 y 2013, y la inversión en maquinarias y equipos lo hacía al 16% anual en esa misma década, estos componentes de la inversión evolucionaron solo al -0,9% y 0,8% anual, respectivamente, entre 2013 y 2021.

En el estancamiento de la inversión desde 2013 en adelante incidieron diversos elementos: el deterioro en precios externos; el surgimiento de un clima anti “lucro”; las alzas de impuestos a la inversión, que se iniciaron con impuestos “transitorios” luego del terremoto de 2010, tuvieron su evolución más drástica en la reforma de Bachelet II y continuaron durante el actual gobierno. Desde 2019 se ha agregado un clima de grave incertidumbre sobre las condiciones generales en que han de desenvolverse los negocios privados, cuando se anuncian desde la refundación global del sistema económico vigente, hasta propuestas concretas que incluyen nuevas condiciones de sindicalización y negociación colectiva por rama, impuestos a los “súper ricos”, desintegración tributaria, aumentos de impuestos a las empresas, intervención del Estado para priorizar sectores productivos y hasta posibles cambios en la gobernanza de las empresas.

Las consecuencias de un marco de incentivos ya no borroso, sino amenazante, queda bien reflejado en los datos recogidos por la encuesta empresarial efectuada por Icare en preparación de la próxima Enade 2021: un 71,1% de los empresarios encuestados declaró tener frenadas sus inversiones; de esos, 53,8% las tendría en pausa, mientras el 17,3% las define como postergadas.

Confiar en que, sin inversión fuerte, el crecimiento vendrá por nuevas fórmulas para estimular el crecimiento de la Productividad Total de Factores (PTF), como gasto fiscal en I+D, fin del “extractivismo”, política industrial “moderna”, diversificación de la canasta de exportaciones, etc., es solo voluntarismo. De la PTF, determinante para el crecimiento económico en el largo plazo, se sabe poco. Los estudios tienden a mostrar caídas drásticas de ésta ante crisis transitorias, seguidas de rebotes vigorosos. Un reciente informe de Clapes UC, por ejemplo, indica que la PTF trimestral llegó a caer cerca de -4% en plena restricción sanitaria en 2020, para luego crecer 4% en 2021, tras el levantamiento de las restricciones. Esto -muy extraño si se piensa la PTF como una medida del nivel de conocimiento organizacional y tecnológico incorporado por los agentes en la economía, que les permite reducir costos en los procesos productivos- parece más bien evidencia de la facilidad con que se confunden cambios en niveles de PTF con cambios cíclicos en el nivel de utilización de los factores productivos.

Porque tras el supuesto entendimiento de cómo acelerar la PTF con enfoques heterodoxos no hay nada sólido, la salida de la actual crisis de empleo y bienestar requiere asumir aquello que sí se sabe sobre cómo volver a estimular la inversión, para reflejarlo con seriedad en cada una de las propuestas económicas que hoy aspiran a ser puestas en práctica a partir de 2022.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.