Al rescate de las Pedagogías
SEÑOR DIRECTOR:
La educación infantil y escolar en Chile pasa por una crisis que tiene raíces profundas. No es de ahora y tampoco es atribuible solo al paradigma de la escuela, sino compromete también a la familia y su deslavado rol.
En el plano de la escuela, la “crisis” tiene ramificaciones diversas una de cuyas señales es el creciente desinterés en ser profesor. Si el 2011 ingresaron a las pedagogías 29 mil estudiantes, el 2022 solo fueron 12 mil, lo cual acentúa las proyecciones de un dramático descenso de profesores idóneos hacia fines de esta década. No hay una sola causa. La nueva carrera docente ofrece -al final- una remuneración atractiva, es cierto, pero riesgosa, ya que hay que sortear varios filtros previos. La labor docente parece menos estimulante: debe encuadrarse en modelos pedagógicos donde el profesor pasa a ser un mero facilitador del autodesarrollo del educando y, con su autoridad degradada, hacerse cargo de la violencia dentro y fuera de la clase.
La Beca Vocación del Profesor quiso dar una señal para atraer renovados talentos, y logró su objetivo, pero la gratuidad otorgó igual beneficio a todas las carreras universitarias y se acabó la discriminación positiva. Y cuando la admisión bordeaba unos razonables 20 mil estudiantes, la ley 20. 903 de 2016 puso mayores exigencias académicas en el acceso a las carreras y -pandemia incluida- la admisión se fue a pique. El relajamiento transitorio de requisitos en el proceso 2023 y 2024 trajo alivio al caudal de nuevos estudiantes, pero ya se sabe que es una situación transitoria y no deja contentas a todas las universidades.
Pero la lógica que debe imperar admite matices. Desde luego, conjugar los objetivos simultáneos de idoneidad en el acceso y crecientes demandas de docentes. No claudicar en que se deben mantener condiciones mínimas para identificar jóvenes con habilidades cognitivas y razonable perfil académico, pero a la vez es ineludible seguir complementando los criterios de admisión-más allá de la PAES- ampliando la mirada hacia quienes revelan interés y aptitudes pedagógicas, y reconociendo las disparidades regionales y el aporte del uso de la tecnología en el proceso de enseñanza-aprendizaje. En tal sentido es loable el esfuerzo de algunas facultades de educación y organizaciones de la sociedad civil para atraer candidatos talentosos con real vocación docente. La suma de voluntades y una política pública bien orientada son vitales para abordar estos desafíos.
Carlos Williamson
Clapes UC
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