Alertas democráticas en pandemia
Por Gloria de la Fuente, presidenta Fundación Chile21
Hace años sabemos que la democracia, una gran conquista del siglo XX, ha mostrado señales de agotamiento. Las críticas a las élites, el debilitamiento en la confianza en las instituciones y el levantamiento de ciudadanos en distintos lugares del mundo contra la corrupción o reclamando por mayor justicia, mayor igualdad y por un mejor trato para los ciudadanos, pasó a ser una constante en distintos lugares del mundo antes de que el Covid-19 viniera a remecer nuestras vidas. Lo cierto es que esta pandemia, que hoy desafía a los sistemas de salud, pero que mañana desafiará a las economías y sus sistemas de protección social, nos vuelve a recordar cuán relevante es hacernos cargo con tiempo de construir un sistema político que defienda la democracia como el único camino posible para construir una mejor sociedad.
En efecto, durante la pandemia hemos visto cómo los estados de excepción o emergencia constitucionales dictados por los gobiernos en distintos lugares del mundo han permitido limitar los desplazamientos de los ciudadanos, de manera de resguardarlos de los contagios y tomar medidas especiales para combatir la pandemia. No obstante, tal como ha advertido la propia Comisión Interamericana de Derechos Humanos, muchas de estas situaciones pueden restringir derechos fundamentales de las democracias, como son la libertad de expresión, el derecho de acceso a la información pública, la libertad personal, así como el propio derecho a la protección de datos personales mediante el uso de tecnologías de televigilancia. Frente a este tipo de situaciones, que bien pueden estar justificadas por una situación de absoluta excepcionalidad, es importante que las decisiones estén fundadas en argumentos sólidos y se sustenten en la legalidad, que sean transitorias, pero sobre todo que estén sujetas a un estricto control institucional y social. De no mediar este control, el peligro potencial es, evidentemente, el deterioro de los sistemas democráticos bajo la excusa de estar combatiendo la pandemia.
Esta no es una cuestión menor en Chile, como quedó demostrado durante el estallido social y a propósito de la pandemia, ni tampoco en el resto del mundo. Bajo situaciones de efervescencia o crisis social, como ha ocurrido en los últimos días en Estados Unidos -una de las democracias liberales más desarrolladas del mundo- se han dictado medidas de restricción del desplazamiento en varios estados y se ha acusado un fuerte dispositivo de control sobre los manifestantes que han salido a clamar por justicia y por el fin de la violencia racial. La noticia en ese país está aún en desarrollo, pero es una señal de alerta para lo que viene en el mundo y las democracias que tendremos que mirar durante y después de la pandemia. Misma cosa ha sucedido por estos días en Brasil, uno de los países con los peores resultados en el combate a la pandemia, lo que le ha valido una decena de solicitudes de destitución, donde su presidente ha amenazado con usar la fuerza frente a las protestas que se han convocado para reclamar por el manejo de la autoridad en los desastrosos resultados en el combate a esta enfermedad.
Tanto la situación contingente como el futuro de los sistemas políticos requerirán estar atentos y vigilantes a los potenciales retrocesos democráticos en el mundo. Situaciones de absoluta excepcionalidad como las que vivimos no pueden abrir la puerta para abusos ni para vulneración de derechos fundamentales. En eso, no podemos equivocarnos, porque los costos lo pagarán, en todas partes, millones de seres humanos.
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