Algo muy personal
Una nueva generación entró a gobernar. La mía hace rato estaba de salida. Habíamos gobernado mucho tiempo; ¿50 o 60 años? Desde la toma de las universidades bajo Freí Montalva, pasando por la UP, la clandestinidad y el exilio, la recuperación de la democracia gracias al esfuerzo duro de corregir aquello en que nos habíamos equivocado bajo la UP. Ese triunfo nos hizo parte de una extraordinaria obra colectiva que cambió Chile. Fue nuestra gran obra generacional.
Ese tiempo se cerró hace ya algunos años. La sucesión de alternancias que desde 2006 vive Chile, habla de una nación en busca de esperanzas que no se cumplen y la llevan a buscarlas en otro lado. Una nación que vivió profundos cambios, oportunidades de prosperidad y de conocimientos insoñables años antes, en un mundo donde nuevos anhelos y desafíos reclamaban su lugar: derechos sociales, feminismo, deterioro ambiental planetario, pandemias, redistribución mundial de la riqueza y el conocimiento científico-tecnológico. Esa nueva nación de ese nuevo mundo, es la que se aburrió de las alternativas gastadas que se le ofrecían.
Ha sido a tiempo. La realidad muestra que Chile ha realizado un enorme avance económico, pero que la nueva sociedad chilena nacida de él fue quedando atrás; y el mundo cambió. Quienes tomaron la posta, no supieron gobernar el legado de su propia obra. Y así, fueron haciéndose políticamente inútiles.
Sigo muy atento lo que ahora nace. Se proponen una tarea que hace rato se diagnosticaba, pero ni derechas e izquierdas de antes resolvían. También, porque lo que hizo saltar de 1,8 millones de votos en primera vuelta a 4,2 millones en la segunda es inseparable de la propuesta de país que el presidente electo y su entorno hicieron. Un cambio social profundo, abierto a todos. Un Presidente para todos los chilenos y no solo para algunos. Un compromiso genuino con la democracia y sus instituciones presente desde el 15 de noviembre de 2019 y en cada acto republicano de estos días. Una búsqueda de entendimiento público-privado para enfrentar la muy difícil tarea de una economía golpeada, abierta a un mundo vertiginoso que no espera a los retrasados. Voluntad de garantizar orden público, contención de la violencia y respeto a los DD.HH. Esa es la propuesta que obtuvo 4,2 millones de votos. Asumir esa mayoría con sus contenidos y entendidos ciudadanos, es condición de éxito. El gobierno y también la Convención Constitucional deben buscar contenerla sin renuncios e impedir que prevalezcan los que creen revolucionario prescindir de las mayorías para imponer sus propósitos.
Por cierto, no hay éxito garantizado y la tarea es muy difícil. Pero, por Chile, quisiera que les vaya bien. Son demasiados años de decepciones; y demoran en nacer las generaciones de reemplazo. No se trata solo de un amable deseo, sino de que nos pongamos en la tarea de que así ocurra.
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