Alzheimer selectivo
Por Nicolás Birrell, director ejecutivo de Desafío Levantemos Chile
Cada cierto tiempo la opinión pública se ve estremecida por algún acontecimiento o noticia que paraliza al país y monopoliza el debate. Por semanas y meses pareciera que no existe otro tema -ni otro problema- que tratar que aquél que temporalmente concita tan poderosamente nuestra atención. Lo extraño es que, así como nos centramos obstinadamente en algunos asuntos, de repente y sin más, parecemos olvidarlos por completo.
El Sename, grafica perfectamente lo señalado arriba. Luego de la muerte de la pequeña Lissette en uno de sus centros, no hubo un día en el que la prensa, noticiarios, políticos y líderes de opinión no rasgaran públicamente vestiduras por tamaño escándalo. Se propusieron decenas de medidas y nuevas políticas que fueran en ayuda de los niños, niñas y adolescentes que este servicio debiese proteger. ¿Y qué pasó? Lo mismo de siempre: se crearon comisiones, se hicieron reportajes, se apuntó con el dedo; pero la historia -y la solución del problema- quedó igual que antes. Enterrada y olvidada, como esa realidad que nadie quiere ver y menos hacerse cargo, porque es muy compleja, demasiado dolorosa. Y nuestros menores vulnerables siguen peor que antes, solo que ahora no gozan de la atención de la opinión pública pero sí de su estigma.
Ejemplos como los del Sename, se cuentan por cientos, donde existen problemáticas sociales que requieren de atención y gestión urgente, pero por su dificultad o derechamente por motivos políticos pasan al olvido o a algún cajón burocrático donde se almacenan las buenas intenciones.
Pero existe otra situación aún más compleja que la incapacidad de resolver problemas importantes, esto es, el hacer la vista gorda de los mismos o derechamente dejar que sucedan. En este sentido, ¿dónde están los responsables de las decenas de incendios simultáneos a las estaciones del Metro del 18-O? ¿Quiénes articularon esto? ¿O acaso vamos a comprar que fue por generación espontánea? No soy de teorías conspirativas, pero todo tiene un límite.
Por otro lado, la situación de La Araucanía ya no da para más. Todos los días se queman hospitales, camiones, casas, jardines infantiles y escuelas (en su gran mayoría de personas y comunidades mapuches) y se nos hace creer que es por reivindicación de tierras u otro falso y aparente motivo. Otro engaño más. Lo que hay detrás de esto es crimen organizado y terrorismo; no reivindicación. La inmensa mayoría de los cientos de comunidades con que hemos trabajado y convivido en La Araucanía quiere paz, respeto a su cultura, tranquilidad y poder trabajar para ganarse la vida. La lista de problemas sigue. Ni hablar de las falencias en educación (en su modelo educativo e infraestructura) y ya qué decir de la enorme crisis hídrica que sin duda se tomará la agenda política y pública de los próximos años.
Es de esperar que nuestros líderes, medios de comunicación y políticos dejen de padecer esta especie de alzhéimer selectivo y que entre todos empecemos a llamar las cosas por su nombre y hacernos cargo de manera permanente y seria de resolver problemas tan sustanciales y profundos como los descritos, para que estos mismos no se los heredemos a nuestros hijos y carguen ellos con una responsabilidad que era nuestra.
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