Analizar a Putin

Russia's President Putin attends a meeting outside Moscow


Por Juan Ignacio Brito, periodista

Vladimir Putin es el villano de turno. Lo comparan con Hitler, dicen que es un monstruo, un criminal de guerra. Para muchos, recurrir a las armas es una locura, por lo que el Presidente ruso no puede sino ser un demente irracional. Valoraciones de este tipo ayudan poco a entenderlo. Está de moda adjetivar al malo de la película, pero lo que es realmente necesario es analizarlo.

Tratar de explicar por qué Putin actúa como lo hace no significa justificar sus decisiones, sino más bien todo lo contrario: solo comprendiéndolo, el líder ruso podrá ser neutralizado.

Hay que prestar atención a la biografía del personaje: sus inicios en Leningrado; su carrera en la KGB; el arrojo que mostró al defender la oficina de la KGB en la ciudad de Dresde cuando unos manifestantes quisieron asaltarla en 1989; su reconversión política en San Petersburgo tras el fin de la URSS; la manera en que se arrimó al Presidente Boris Yeltsin, quien lo nombró jefe de los servicios de seguridad, Primer Ministro y luego su sucesor en 2000; la ofensiva militar que lanzó contra la rebelión chechena y la forma en que aniquiló al terrorismo; el aplastamiento de los “oligarcas” que hicieron fortuna en los 90; su habilidad para convertir a Rusia en fuente de energía para Europa; su popularidad gracias a la recuperación del orgullo nacional y el financiamiento de prestaciones sociales con los ingresos del petróleo; el enroque que le permitió convertirse en Primer Ministro entre 2008 y 2012, usando como torre a Dmitri Medvedev, quien asumió la Presidencia en ese período; su denuncia contra el poder de Estados Unidos y la expansión de la OTAN en la Conferencia de Múnich de 2007; las operaciones militares contra Georgia (2008) y Crimea (2014); el envenenamiento y asesinato de sus enemigos políticos; su audacia para intervenir en la guerra civil siria; su creencia de que Occidente es decadente; su decisión de permanecer en el poder hasta 2036, y su convicción de que Rusia debe ser fuerte para disuadir a sus rivales.

También es útil atender antecedentes históricos que ayudan a explicar el comportamiento de Putin: considerar el nacionalismo ruso, que ve a su país como una “tercera Roma”, con una misión mesiánica y carácter imperial; la versión, amparada por Putin, de que Ucrania no es una nación, sino un “invento” para debilitar a Moscú; el hecho de que Rusia ha sido invadida desde el oeste; la humillación que sienten los nacionalistas por la caída de la URSS (“una catástrofe geopolítica”, según el Mandatario); la sensación de traición que despierta en Rusia la expansión de la OTAN, luego de la promesa norteamericana de “no avanzar una pulgada hacia el este”.

Estudiar a Vladimir Putin y su circunstancia es prerrequisito para evaluarlo.

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