Anestésico

Primer Consejo de Ministros con Presidente Electo


Por Álvaro Pezoa, ingeniero Comercial y doctor en Filosofía

La designación de Marcel como futuro ministro de Hacienda ha sentado bien en la derecha, en general, y en el mundo empresarial, en particular. Las manifestaciones de contento y esperanza no se han hecho esperar desde que la noticia fue conocida. Las razones que explican esta positiva reacción son conocidas: se trata de un economista capaz, serio y con experiencia. Su paso a la cabeza del Banco Central terminó por resellar su prestigio profesional público. Sin desmedro alguno de lo señalado, su nominación parece estar obrando una suerte de efecto anestésico en la mayoría de quienes conforman el grupo sociológico de la centroderecha. Es sabido que éstos tienden a sobrevalorar la relevancia que comporta el orden y la rigurosidad en la conducción económica del país y, consecuentemente, a subvalorar el acontecer en otros ámbitos sociales que son tanto o más cruciales para el devenir nacional. Dicho de otra forma, la sola expectativa de que el próximo mandamás de las finanzas públicas pueda mantener funcionando razonablemente los equilibrios macroeconómicos, lograr dar continuidad al crecimiento y posibilitar la realización de negocios suficientemente rentables ha resultado ser un somnífero o sedante para muchos, a pesar de las evidentes amenazas que se ciernen sobre la patria.

Las interrogantes que permanecen abiertas son abundantes y diversas. Desde luego, cabe preguntarse primeramente si Marcel tendrá el apoyo imprescindible dentro del gobierno entrante para doblegar las ansias de cambios radicales que propone el programa y encarnan amplios sectores de Apruebo Dignidad. O, si contrariamente, sucumbirá tarde o temprano a las presiones maximalistas imperantes dentro de la coalición. Seguidamente, ¿qué ocurrirá en la eventualidad, nada improbable, de que se apruebe una nueva Constitución disruptiva respecto a las formas jurídicas de un sistema demócrata liberal? ¿Será, entonces, el tiempo adecuado para la continuidad del economista en su cargo? ¿O vendrá un momento más “revolucionario”, donde él no podría seguir sin renunciar a los rasgos que han distinguido su trayectoria laboral? Las dos cuestiones indicadas convergen en la tercera, esto es, si Marcel será finalmente servicial a un gobierno de centroizquierda o a otro de izquierda bolivariana. No está para nada claro lo primero, incluso si los meses iniciales de gobierno mostrasen cierta moderación. Esta última puede darse por convicciones de fondo, pero también por táctica circunstancial, en espera del minuto adecuado para desplegar las verdaderas ideas de izquierda extrema que por años han movilizado al Frente Amplio y al PC.

La “guardia de hierro” que arropará al Presidente Boric (Jackson, Siches, Vallejo, Dammert y otros), y él mismo, nunca ha presumido de ser socialdemócrata, sino de crítico a ella. Por lo tanto, mínimamente resulta recomendable al respecto cultivar un grado de saludable escepticismo y algo menos de ingenuidad ilusionada.

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