APEC y la nueva cara de la globalización

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En julio viajé a Santiago para reunirme con el Presidente Sebastián Piñera, quien asumió por segunda vez el cargo, justo a tiempo para liderar el compromiso que hizo seis años atrás, durante su primer gobierno, de ser anfitrión del Foro de Cooperación Económica de Asia Pacífico (APEC) 2019. Me reuní también con personas claves a cargo de la organización de las reuniones más importantes de APEC, que darán forma a las prioridades para la región Asia Pacífico.

Los chilenos se han beneficiado por la integración económica regional. Les ha proporcionado fuertes incentivos para luchar en contra del proteccionismo, en favor de mercados más inclusivos e interconectados. Han apoyado el comercio siempre enfocados en superar cualquier obstáculo. Esto los sitúa en una buena posición para presidir APEC 2019.

En los últimos 30 años, la mayoría de las economías de APEC han logrado un crecimiento significativo. Sus miembros esperan mantenerlo bajo la premisa de que el libre comercio y la cooperación económica eliminan la pobreza, reducen los precios, expanden la innovación y crean nuevos empleos. Es cierto que pueden surgir otros problemas, pero las soluciones vendrán siempre de la mano de más, y no de menos cooperación.

APEC representa más de la mitad de la economía mundial, siendo el organismo comercial más grande en su tipo. Una de sus características distintivas es que es una organización de carácter voluntario, no legalmente vinculante ni con mecanismos de solución de controversias. Dado que sus miembros cooperan sin la presión de acuerdos vinculantes, existen menos obstáculos respecto a nuevas iniciativas.

Hoy, APEC funciona como una incubadora de ideas, pero en el futuro podría incluso actuar como un organismo integrador de iniciativas comerciales como el Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico, la Asociación Económica Integral Regional y la Alianza del Pacífico.

Chile presidirá el Foro mientras éste continúa adaptándose a la nueva cara de la globalización. Esto significa, entre otras cosas, aumentar la conectividad; explorar el potencial de la tecnología digital para promover la participación de las pymes; y aumentar la participación de las mujeres en la economía, ofreciendo mayor acceso al comercio internacional y reduciendo las brechas de género.

Probablemente, el próximo año será escenario de intensas conversaciones sobre las crecientes fricciones comerciales. Será desafiante, pero Chile está bien posicionado y trabajando fuertemente para convertirlo en un éxito.

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