Aprendizajes para una política latinoamericanista

Latinoamérica bandera chile


Por Camila Miranda, presidenta de la Fundación NODO XXI

La llegada de Gabriel Boric al gobierno se produce en un escenario de cambios políticos en la región. Hace pocos días, veíamos a Xiomara Castro asumir como la primera mujer Presidenta de Honduras. Su victoria se suma a otras que las fuerzas progresistas y de izquierdas han logrado en distintos países del continente y que pueden ser alianzas importantes para Apruebo Dignidad.

Se oyen voces que apresuradamente pronostican un nuevo ciclo progresista, aunque no está claro que esta tendencia vaya a consolidarse. Sin embargo, esta ventana de posibilidad obliga a reflexionar sobre las causas de la crisis de la llamada “marea rosa” anterior. Surgido de fuertes movilizaciones sociales contra políticas neoliberales desde fines de los ‘90, este ciclo tuvo una clara orientación redistributiva de la renta producida por la exportación de materias primas, lo que permitió, sin duda, disminuir los niveles de pobreza y desigualdad, invertir en servicios públicos, derechos sociales y ampliar el consumo. Sin embargo, estas experiencias tuvieron severos límites. La dependencia de los commodities fue uno de los principales, pero no el único. El populismo y sus crisis, como expresión de la dificultad de los sectores populares de constituirse políticamente de manera autónoma, no puede soslayarse. Asimismo, los giros autoritarios de ciertos gobiernos, que provocaron enormes niveles de rechazo e, incluso, quiebres institucionales, y la desmovilización de actores sociales que habían sido la base de apoyo de estos proyectos, fueron aspectos clave en su crisis y en la arremetida de alternativas de derecha abiertamente neoliberal y, en algunos casos, de marcado carácter autoritario.

Hoy, luego de una seguidilla de revueltas que dan cuenta de un persistente malestar con las condiciones de vida, emergen actorías con capacidad de determinación política. El movimiento feminista es un ejemplo, con su capacidad de articulación que cruza fronteras y la reconceptualización de los principios democráticos que ofrece; así también, los pueblos indígenas y comunidades campesinas vuelven a adquirir protagonismo; o sectores de jóvenes que no se identifican con las izquierdas tradicionales, pero que con su participación posibilitan la llegada de alternativas progresistas al poder.

Teniendo en consideración las particularidades de cada país, parece prioritario retomar una mirada latinoamericanista y plantear alianzas para avanzar en un escenario de oportunidades, pero también de importantes dilemas, como lo son las consecuencias de una pandemia que ha profundizado desigualdades ya existentes, elevando los niveles de pobreza y afectando especialmente a mujeres; la crisis migratoria intensificada por la inestabilidad política de algunos países, o el agravamiento de la emergencia climática. Acordar una agenda regional común es un camino sin el cual difícilmente pueda darse respuesta a los problemas que vive cada país.

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