Apropiarse del dolor ajeno
Por Yanira Zúñiga, académica Instituto de Derecho Público Universidad Austral de Chile
En la franja electoral, el candidato Kast aludió a la muerte de Joane Florvil, una mujer haitiana, migrante, fallecida en 2017. Con impostada emoción, Kast advierte que “la distancia entre la tragedia que vivió Joane y la que viven cientos/miles de inmigrantes hoy en día no es tan grande […] y que en cualquier momento esta situación de incomprensión y rabia se puede descontrolar y convertirse en una explosión difícil de administrar”. Apela, como si fuera una arenga a la responsabilidad y una crítica a la “falta de calle” de otros políticos, a no lanzar mensajes erróneos (mostrando, entre otras imágenes, un cartel que reza “Chile un país de migrantes”). En medio de la sucesión de escenas trágicas, reconoce las penurias e injusticias vividas por Joane Florvil (dice, por ejemplo, que ella fue ignorada y discriminada). Pareciera que el candidato de la “zanja” hubiera, de la noche a la mañana, sido sustituido por alguien que empatiza con el dolor ajeno. Ha causado sorpresa tamaño giro.
Pero, en realidad, no hay tal giro. La aguja ideológica apunta al mismo lugar, aun cuando parezca oscilar. El mismo mensaje evoca súbitamente y sin imagen alguna (bastaban aquellas de la quema de ropas en Colchane), una “rabia que se puede descontrolar”. Desde luego, Kast no alude a esa rabia que emerge como impotencia frente a la deshumanización, propia o de otras personas. Apunta a la que, bajo la forma de miedo o de caricatura, se apodera de mentes susurrándoles al oído razones para prescindir de otros/as, para tratarlos como seres indignos de solidaridad. A menudo, esas razones se presentan a sí mismas como interesadas en el bienestar de quienes buscan perjudicar. Así, por ejemplo, se ha dicho que el aborto se debe criminalizar para evitarles a las mujeres el trauma que este produciría (síndrome post aborto le han llamado). En la propaganda electoral de Kast pasa esto. Se sugiere que impedirles el ingreso a Chile a las personas migrantes es una forma de empatizar con ellas, de librarlas de las penurias que viven en nuestro país o de los riesgos que podrían enfrentar como consecuencia de la eventual “explosión de esa rabia”.
No es la primera vez que un político se apropia del dolor ajeno. Lo han hecho incluso quienes impulsan agendas opuestas a las necesidades de los grupos cuyo dolor invocan. Así, por ejemplo, en su campaña previa el diputado Schalper -contrario a iniciativas como la despenalización del aborto- utilizó imágenes de Nabila Riffo para promover su campaña. Pero, en el uso de la muerte de Joane Florvil hay un plus de inmoralidad. El dolor de las/los migrantes, forzados a desplazarse por pobreza o inestabilidad política y desarraigados de sus comunidades, es tergiversado y apropiado. La humillación y maltrato que padecen en sus lugares de destino son presentados como algo evitable (si no migran); y utilizados luego para profundizar su deshumanización convirtiéndolos en una estrategia electoral contraria a sus intereses.
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