Armando Uribe
SEÑOR DIRECTOR
Ayer, 23 de enero de 2020 (igual que Pedro Lemebel -2015- y Nicanor Parra -2018) Chile amanecía con la noticia de la muerte de Armando Uribe. "Último baluarte de la generación del 50", "Último caballero de la poesía chilena", eran los mensajes que se leían en las redes a unas horas en que ya todos nos íbamos haciendo eco de la noticia. Y es que no es para menos; la trayectoria poética, diplomática y académica, así como la estela de amigos que dejó Uribe sobre este mundo es amplia y notoria.
En este minuto de homenaje, no puedo menos que recordarlo hablando de La nueva novela en el Señales de ruta de Tevo Díaz mientras afirmaba con la categórica dicción que lo caracterizaba que "Martínez no quería escribir. Martínez no quería dejar constancia de lo atroz, del horror, de lo conmovedor más allá de las lágrimas"; al contrario que él, que nunca dudó en desclasificar el tema de la muerte, a la que hace unos años ya, como una "preparación para el Purgatorio" se sentó a esperar hasta el día de ayer.
A Uribe, gran cultor y transmisor de la tradición latina, le debemos grandes textos, pero también acciones certeras, ejemplos de integridad y algo cada vez más escaso, oído para con los más jóvenes.
Quizá sea hora de poner en práctica el juego que Juan Luis Martínez nos dejó no revelado en La poesía chilena y haya que ir ya intercambiando banderitas de papel volantín por certificados de defunción: yo propongo, en este momento, incluir a Armando Uribe.
¡Hasta siempre y gracias, rabioso poeta!
Zenaida M. Suárez Mayor
Académica del Instituto de Literatura
Universidad de los Andes
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