Arrate versus Lagos
Europa ha sido campo de batalla por siglos. La Segunda Guerra Mundial fue especialmente dramática: Holocausto, bombardeo de ciudades y entre 50 y 70 millones de muertos. Me tocó vivir siete años en Alemania entre 1999 y 2006, y pude presenciar como franceses, italianos y otros europeos aún resentían a los alemanes. Sin embargo, los líderes políticos europeos comprendieron después de la guerra que la única forma de asegurar la paz en el continente era a través de la unión.
El proyecto de la Unión Europea se comenzó a formar a fines de la Segunda Guerra Mundial y tiene su primer hito en 1949, solo cuatro años después del fin del conflicto, con la creación del Consejo de Europa. El estatuto declara la consolidación de la paz, justicia, cooperación internacional, valor espiritual, valor moral, libertad individual, libertad política, democracia, progreso social y económico.
En 1950 el ministro francés Robert Schuman presenta un plan que busca estrechar aún más la cooperación entre los países, proponiendo integrar las industrias del carbón y el acero. En 1957 se firman dos nuevos tratados que integran otros sectores económicos. Así surgen la Comunidad Económica Europea y la Comunidad Europea de la Energía Atómica. Ello dio pie para la UE conformada hoy por 27 Estados, asegurando la paz al interior de la comunidad.
¡Qué diferencia con Chile! Han pasado casi 50 años del Golpe Militar y más de 30 años del retorno a la democracia, pero gran parte de nuestros líderes políticos sigue preso del pasado, sin capacidad de mirar al futuro. Un fiel reflejo de ello es la carta de Jorge Arrate al ex Presidente Lagos, quien desde el pedestal de la autoridad moral considera que el exmandatario abandonó la lucha “por un mundo más justo y humano” y califica de aberrantes sus argumentos sobre la nueva Constitución.
Para un simple espectador, aberrante es la virulencia de la carta, que refleja el desprecio y odio que sienten algunos por quienes no piensan igual. En otro tono, Sergio Bitar, un hombre extraordinario, también queda preso de la trinchera. Cualquier lector común queda aún más preocupado por la nueva Constitución a partir de las aprensiones de Bitar. Aún así él prefiere aprobar una mala Constitución antes que negociar con la derecha.
¿Será la última pugna entre derecha e izquierda lo que se juega el próximo 4 de septiembre, como nos hace creer cierta izquierda? ¿Estamos eligiendo entre dictadura y democracia? Definitivamente no. Lo que está en juego con la nueva Constitución no es Pinochet, la democracia ni el ideario de izquierda, sino las reglas más básicas de la vida en comunidad, que tienen relación con los derechos y deberes de las personas, la creación del Estado, sus atribuciones, deberes y límites, y las reglas para el gobierno.
¿Qué dicen las encuestas? Todas son consistentes en mostrar que a una mayoría abrumadora no le gusta la propuesta. Según la última encuesta Cadem, al 86% de los consultados no les gusta y están por rechazar o aprobar con reformas. En nuestro país solemos normalizar lo anormal, pero ¿no habla mal de la Convención y su propuesta constitucional que la mayoría de quienes están por el Apruebo estén por reformarla inmediatamente después del plebiscito y de forma sustantiva?
Una Constitución que divide a los chilenos no puede ser buena para el país, de ahí el rotundo fracaso de la Convención. Es imposible pensar que de ganar el Rechazo seguiremos con la actual Constitución, pues cerca del 80% votó por una nueva. En estos minutos críticos, Chile necesita líderes con agallas, capaces de mirar hacia el futuro pensando en la unidad. Ahí están el ex Presidente Lagos y Ximena Rincón, entre otros, que han sabido desprenderse de los fantasmas del pasado para ofrecer una oportunidad que permita la unidad.
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