Arte para todo inversionista
"El mercado del arte, en el sentido que lo entendemos hoy—la interacción entre compradores, vendedores, galerías, ferias de arte, curadores, casas de subasta, museos, etc.—es un fenómeno más reciente, de los últimos 250 años. De hecho, Christie’s y Sotheby’s, las casas de remate que todavía dominan este segmento, se establecieron en el siglo 18".
Hay personas que se ofenden al ver la palabra “arte” y “dinero” juntas. Piensan que el arte es una actividad pura que debe estar alejada de las consideraciones económicas. Esta postura es por supuesto ingenua; el artista debe tener acceso a un mercado donde vender su producto, de lo contrario no puede subsistir. La interacción arte-dinero, por otro lado, no es nueva, se remonta a la época de griegos y romanos, cuando los ricos encargaban a los artistas objetos de acuerdo a sus especificaciones.
Este patrón cambió durante la revolución industrial, época en que los artistas empezaron a crear obras con la esperanza de venderlas, esto es, sin mediar un encargo previo. El mercado del arte, en el sentido que lo entendemos hoy—la interacción entre compradores, vendedores, galerías, ferias de arte, curadores, casas de subasta, museos, etc.—es un fenómeno más reciente, de los últimos 250 años. De hecho, Christie’s y Sotheby’s, las casas de remate que todavía dominan este segmento, se establecieron en el siglo 18.
No obstante esta evolución, el mercado del arte todavía presenta peculiaridades no habituales en los mercados más desarrollados (e.g., acciones, bonos). Es decir, poca transparencia, poca liquidez, y altos costos de transacción.
A lo anterior habría que agregar las dificultades que tiene una persona que no sea millonaria para invertir en artistas “blue chips.” Una situación opuesta a la del mercado bursátil donde por un puñado de dólares cualquiera puede ser dueño—de una fracción minúscula claro, pero dueño al fin—de Apple o Pfizer.
Artemundi (una casa de inversiones españolas y Sygnum (un banco digital suizo) acaban de asociarse para cambiar esta situación. Su idea es democratizar la inversión en arte usando la tecnología de blockchain. Recientemente “tokenizaron” Fillette au béret, una pintura de Picasso, avaluada en cuatro millones de dólares, y distribuyeron su propiedad en 4.000 tokens, cuya existencia quedó registrada en una blockchain. Los tokens (que representan participación en la propiedad de la pintura) se transan en la plataforma digital de Sygnum, una entidad aprobaba por el regulador suizo.
Lo bueno de esta iniciativa es que por una cantidad relativamente modesta uno puede ser dueño de un Picasso, lo cual aumenta el universo de potenciales inversionistas, y en último término beneficia a los artistas (cuando están vivos). Lo malo es que el token no da derecho a tener la pintura en el living de la casa, solo da derecho a beneficiarse de su futura apreciación. Bueno, ninguna tokenización (ni tampoco ninguna democracia) es perfecta.
* Arturo Cifuentes, Investigador Asociado, Clapes-UC.