Atentos al futuro
Por Soledad Alvear, abogada
Hace unos días tuve la oportunidad de participar en una conferencia sobre prospectiva, que dictó Héctor Casanueva, uno de los expertos chilenos en el tema. Se trataba de analizar desde esa disciplina la pandemia que nos aflige. Para él, no podía extrañarnos su acelerada expansión, pues muchos factores la facilitan. Es un virus con una altísima capacidad de mutación; que se difunde en un mundo fuertemente globalizado, tanto por razones turísticas, académicas y comerciales, en un contexto de fuertes presiones migratorias.
Todo hace pensar que en el futuro enfrentaremos otras crisis sanitarias y todavía hay muchas preguntas sin respuesta. Algunas de ellas tienen un carácter médico: no se conocen con detalle sus características, cómo se producen sus mutaciones o cuál es su ciclo de vida. También ignoramos su tratamiento y si, tal como se ha prometido, algún día tendremos una vacuna.
Ahora bien, esas preguntas, aunque importantes, no son las únicas. Junto a ellas hay otras que tienen un carácter político: ¿en qué consistirá esa “nueva normalidad” que anuncian las voces más optimistas? ¿Qué repercusiones tendrá esta crisis en el sistema multilateral, en un momento en que buena parte de las estrategias nacionales ha apuntado al aislamiento?
En todo caso, una cosa resulta clara: nos faltó prospectiva estratégica. Ni Chile ni el resto de los países cuentan con unidades permanentes y eficaces de prospectivas, independientes de los gobiernos. Ya desde 1997 se han anunciado pandemias que se producen por mutación de ciertos virus y pese a eso debemos confesar que nadie estaba preparado. Esta dolorosa lección debiera al menos forzarnos a aprender, ya que todo hace pensar que el futuro no estará libre de situaciones como esta pandemia.
Para colmo de nuestros males, en la última década se aprecia un debilitamiento de los acuerdos globales, que resultan fundamentales para enfrentar estas catástrofes a tiempo. El “sálvese quien pueda” ha sido una respuesta quizá comprensible, pero que muestra una grave improvisación. La OMS no cuenta con los recursos indispensables para cumplir su delicada misión, y no hay un consenso internacional para cerrar acuerdos eficaces en materias tan delicadas como las migratorias y las ambientales.
Hemos de convencernos, en suma, que si pretendemos enfrentar de manera aislada la próxima pandemia, los resultados no serán mejores que los que hemos visto en esta ocasión. Sin una fuerte red de solidaridad entre personas y países estaremos inermes ante cualquier catástrofe de carácter internacional. Esto supone, ciertamente, una fuerte inversión de recursos. El problema es de dónde obtenerlos. De ahí que el Papa Francisco haya reiterado en estos días la necesidad de poner fin a las carreras armamentistas, que consumen inútilmente unos medios que necesitamos para enfrentar estos nuevos enemigos. Porque nuestros nuevos adversarios no atacan con bombas, no pueden ser detectados por radares, ni distinguen entre chinos, rusos o norteamericanos.
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