¿Atisbos de estanflación…?

desempleo


Por Humberto Salas, académico Facultad de Administración y Negocios, Universidad Autónoma de Chile

La recuperación de nuestra economía ha superado las proyecciones. Se estima un crecimiento superior al 10% en 2021, derivado de una fuerte expansión del consumo estimulado por los IFE universal y retiros de fondos previsionales.

Esta potente inyección de liquidez ha dinamizado la demanda agregada, sumado a shocks externos como el encarecimiento de las materias primas, quiebres en las cadenas de suministro y un alto tipo de cambio, se conjugan para un escenario inflacionario no prometedor. Se estima terminar el año con una inflación cercana al 6% y en torno al 5% gran parte del 2022.

En este escenario, el Banco Central ha decidido aumentar la tasa de política monetaria hasta 2,75%, siendo el ajuste más violento de las últimas dos décadas, con el fin de frenar gradualmente el alza sostenida de los precios. Aun cuando la base de ahorro de la economía es robusta, el gasto en consumo ha superado lo previsto reduciendo las brechas de capacidad de la producción. Preocupa de esta situación el potencial cambio estructural del ahorro, sumado al alto costo del crédito que desincentivaría la inversión.

No es casual que grandes compañías estén realizando repartos de dividendos considerables, mermando así la reinversión de esos capitales, estando los inversionistas inclusive dispuestos a asumir los costos tributarios de esta acción. La baja disposición para impulsar proyectos futuros, atribuible al escenario e incertidumbre político–social que vive nuestro país, trasunta en la poca capacidad que tendrá nuestra economía finalmente para generar empleo y crecimiento los próximos semestres.

En consecuencia, existirían elementos suficientes para visualizar un año 2022 con elevados índices de precios, tipo de cambio, costo del capital, tasas de desempleo y un freno en el crecimiento en torno al 2%. La inflación con desempleo elevado recibe el nombre de “estanflación”, el problema de este fenómeno es que pone en jaque a quienes diseñan la política económica, en Chile Hacienda y el Banco Central. Por un lado, el instituto emisor buscará controlar la inflación con incrementos enérgicos de tasas de interés, que de aprobarse un cuarto retiro se estima pueda llegar a un 4,5%, lo que desincentivaría aún más la inversión y el endeudamiento de largo plazo de consumidores como es vivienda. Por otro parte, tendremos un gobierno intentando aplicar paquetes de medidas para reactivar el empleo en un fracturado mercado laboral. Sería el peor de los mundos para miles de chilenos que verán reducido su poder adquisitivo y, además, tendrán menos posibilidad de conseguir un trabajo que garantice bienestar.

¿Cómo salimos entonces? Se abren espacios cruciales para generar políticas económicas integradas que busquen por un lado controlar la inflación y por otro se apliquen políticas fiscales con enfoque microeconómico que busquen reactivar el empleo regionalmente, focalizando el gasto por sector económico, de acuerdo con sus necesidades y de esta forma enfrentar los difíciles tiempos que se avecinan.