¿Aún queda patria ciudadanos?

Carabineros


Por Álvaro Pezoa, ingeniero Comercial y doctor en Filosofía

¡Aún queda patria ciudadanos! es la frase que la historia guarda saliendo de los labios de Manuel Rodríguez para animar a los chilenos después de la derrota ante las fuerzas realistas en Cancha Rayada. Bien cabe actualizarla, aunque cada día que pasa ella parece ir derivando de exclamación a interrogante: ¿aún queda patria ciudadanos? Ya ha devenido en costumbre que en La Araucanía se viole la propiedad privada, incendien casas, graneros, bodegas e iglesias, obstruyan caminos e, inconmensurablemente más grave, se ciegue la vida a personas inocentes. Por supuesto, cómo no, los carabineros son el blanco favorito de cobardes terroristas. Se les embosca de forma artera, como si fuesen presa de caza. ¿Hasta cuándo los terroristas seguirán matando a (nuestros) carabineros? ¿Hasta cuándo estos criminales quedarán en la impunidad?

Anteayer fue asesinado a mansalva, de un tiro directo en su pecho, el sargento primero de Carabineros Francisco Benavides García cuando acudió a dar cobertura a otros carabineros, por un corte de ruta a manos de extremistas, en la localidad de Collipulli. El sargento Benavides es “una víctima más” (¡qué expresión más reiterada e indignante!) de la guerrilla narcoterrorista que campea libremente en La Araucanía. Deja esposa y tres hijos. De paso, el estado de derecho parece caminar inexorablemente a ser un vocablo vacío de contenido real en Chile, teniendo ya hace tiempo prácticamente ninguno en esa región del país. Las preguntas de rigor frente a este descalabro no pueden ser otras: ¿dónde están las instituciones? y ¿dónde las autoridades pertinentes? No funcionan las primeras. Las segundas se muestran inútiles, ineptas o (hace falta decirlo directamente) algunas, como en el Congreso y la judicatura, parecen “atornillar al revés”.

Ya basta de palabras de repudio y presentación de querellas. Desde luego hay que emitirlas y efectuarlas. Sin embargo, es evidente que falta auténtica decisión para terminar de una vez por todas con esta escalada de violencia. Iniciativa que apela directamente a la cabeza del Estado, el Presidente. Se trata de poner orden y hacer cumplir la ley y la Constitución. ¿Es pedir demasiado, algo extraordinario? ¡No!, más bien es el mínimo esperable donde hay patria políticamente articulada. Lamentablemente no queda espacio para la ingenuidad. Ante la temprana claudicación de la autoridad, actualmente la determinación corre por cuenta de la izquierda radical, aquella que aplaude a los encapuchados y violentos, que se encuentra empecinada en terminar con la fuerza pública legítima en el país y que hace lo indecible para frenar cualquier resolución de control público. ¿Cuándo será demasiado tarde para despertar y reaccionar? El tiempo se agota.

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