Avanzar hacia una educación de calidad
Por Magdalena Vergara. Directora ejecutiva de Acción Educar
El último tiempo se ha hablado mucho de una “nueva educación” y la necesidad de refundar nuestro sistema, pues luego de la pandemia no podemos simplemente seguir igual y la Constitución se presenta como una oportunidad para ello. Sin embargo, poco se ha dicho sobre qué significa esto.
Es necesario aterrizar este debate, especialmente si consideramos que en los últimos años se han hecho cambios relevantes a nuestro sistema educativo. Por ejemplo, se creó el Sistema de Admisión Escolar, que prohíbe la selección, y se está implementando la Nueva Educación Pública mediante la cual los servicios locales pasarán a administrar la educación municipal, entre otros aspectos.
Quizás el problema es que muchos de estos cambios son en realidad estructurales y poco se ha atendido realmente a lo que ocurre al interior de la sala de clases. Así una manera de aterrizar el debate es hablar de calidad. Cuestión que no resulta nada fácil, dado no se trata de un concepto unívoco y, por tanto, su solo contenido ya nos trae ciertas discusiones.
Con todo, fácilmente podemos decir que habrá calidad en la medida que un colegio logre entregar aquellos mínimos necesarios para una educación integral. La preocupación es que los colegios cumplan con aquello -mínimos que pueden ser dinámicos conforme al desarrollo de nuestra sociedad y diversos conforme al proyecto educativo de cada escuela-, para lo cual se deben promover políticas que orienten las decisiones de los establecimientos al mismo tiempo que se logran identificar aquellos con dificultades y cuáles son esas dificultades.
En esta línea, es lamentable que durante el último tiempo haya habido un empecinamiento contra el SIMCE, el cual permite identificar aquellas escuelas que no cumplen siquiera con los mínimos necesarios para educar- las escuelas insuficientes- de manera de poder generar políticas focalizadas en sus necesidades. Precisamente lo que hace falta es generar políticas públicas que sean capaces de diferenciar a cada escuela.
En esto, el último año de pandemia puede significar un aprendizaje importante a través de los distintos mecanismos y herramientas que se han generado con el foco puesto en prevenir la deserción de los estudiantes. Ejemplo de ello es el sistema de alerta temprana que busca detectar de manera oportuna, mediante distintos indicadores, a aquellos estudiantes que están en riesgo de desertar. En la misma línea está el sistema implementado a través de SIGE que busca identificar el nivel de participación de los estudiantes, y a través del cual se entregaban orientaciones a los colegios para implementar diversas medidas y lograr ellos mismos identificar situaciones más problemáticas.
En definitiva, un paso importante que debiéramos dar para poder avanzar en calidad, es la toma de decisiones en base a evidencia, para lo cual se deben implementar y fortalecer los mecanismos de información para la obtención de datos, capacitar a los docentes y directivos para hacer uso de los mismos. De esta forma podemos avanzar hacia una nueva educación, que dé la flexibilidad necesaria para permitir el desarrollo de cada escuela conforme a sus necesidades, y que en especial ponga en el centro de las decisiones la calidad y el aprendizaje de sus estudiantes.
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