Balcanización opositora
Las señales de estos días parecen confirmar que, antes de iniciar su recuperación, la centroizquierda chilena continuará profundizando su espiral de deterioro. Hace una semana, los senadores del PS decidieron incumplir el acuerdo para respaldar la incorporación de Ángela Vivanco a la Corte Suprema; ahora, diputados del mismo partido optaron por rechazar en Sala la idea de legislar sobre el proyecto de estatuto laboral juvenil, que habían apoyado en la comisión de Trabajo; en paralelo, el Frente Amplio mantiene su intención de desbancar autoridades: ya fracasaron en la acusación constitucional contra el ministro de Salud y hoy corren el riesgo de no conseguir la remoción del Fiscal Nacional, una ofensiva que ni siquiera tuvo unanimidad interna, ya que Revolución Democrática optó por desestimarla.
Pero el papelón de la semana fue sin duda la carta enviada por un grupo de personalidades de izquierda, en solidaridad con el ex presidente de Brasil, Lula Da Silva. Arrogándose la representación de "los demócratas chilenos", se cuestionó el procedimiento judicial que tiene a dicha ex autoridad en la cárcel, condenado por corrupción en tres instancias consecutivas. Entre otras personalidades, la crítica a la justicia brasileña, junto a la defensa de la presunta inocencia y opción electoral de Lula fue firmada por Michelle Bachelet, por el presidente del Senado y de la Cámara de Diputados, comprometiendo la representación institucional de un poder del Estado, sin consulta y menos el acuerdo de sus integrantes. A tal efecto, será interesante saber cómo hace nuestra Cancillería para convencer a las autoridades brasileñas, de que los máximos representantes del Congreso Nacional firmaron la misiva "a título personal".
En fin, el espectáculo y la pérdida de brújula exhibidos por las fuerzas opositoras, empieza ya a transformarse en un factor de riesgo para el funcionamiento del sistema político, algo de lo que nadie podría sacar cuentas alegres. En rigor, carecer de una oposición mínimamente articulada, con propuestas y proyectos propios, e incapaz de cumplir los acuerdos y compromisos adquiridos, es algo que sólo agrega deterioro a la calidad de la política. Un elemento corrosivo que está comenzando a imponer secuelas incluso en Chile Vamos; así, ante la ausencia de interlocutores que generen algún grado de contención, las ansiedades presidenciales se están anticipando en el oficialismo de manera peligrosa, síntoma de un temprano desvarío que esta semana quedó al descubierto, a raíz de las aprensiones generadas por iniciativas del alcalde Joaquín Lavín y del senador Manuel José Ossandón.
Es inevitable: cuando no hay rivales que temer al frente, se desatan los excesos de confianza, los aires de triunfo anticipados, abriéndose la posibilidad de terminar peleando con la propia sombra. Es algo que las señales de estos días han empezado a develar, el riesgo político que asoma para el oficialismo, asociado a la debilidad y división del adversario.
Broche de oro de este escenario marcado por una centroizquierda cada día más atomizada y sin agenda propia, es la irrupción de un alcalde de derecha en la simbólica comuna de Las Condes, que instala como prioridad pública el combate contra el clasismo y la segregación social en el desarrollo urbano. De Ripley.
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