Baquedano
SEÑOR DIRECTOR:
He seguido con gran interés las opiniones y artículos publicados en este medio respecto a las diferentes facetas que rodean al general Baquedano, su figura histórica y la eventual reinstalación de su monumento.
La ley, que data de 1928, se refería a los 636.000 habitantes aproximadamente que albergaba Santiago para sus 87.500 Km2, equivalentes a la décima parte que ocupa hoy. Está claro que la ley de 1928 tenía como panorama una ciudad muchisimo más pequeña, diez veces más pequeña, y socialmente más diversa.
Creo que dejar de lado la fragmentación que ha sufrido nuestro país es de una inocencia e interés patético. Reconozcamos que estamos fracturados. Aquí no se trata de que Baquedano nos una o divida; es una mera excusa pueril para no reconocer, con hombría, lo que significó el año 2019.
El Consejo de Monumentos Nacionales, creado en 1925, no ha logrado estar a la altura de los tiempos. Los eventos actuales lo superan ampliamente. Detener obras de gran interés para la ciudadanía, de 8,51 millones de habitantes, por el hallazgo de restos de dudosa calidad histórica. No han sabido distinguir diez adobes, una tapa de bebida, de la tumba del soldado desconocido.
Debemos rescatar a Baquedano para quienes lo respeten de verdad, y no imponerlo a la fuerza en el espacio de las turbas que trizaron la ciudad.
Hernán Precht Bañados
Arquitecto
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