Basta de Simce
SEÑOR DIRECTOR
A propósito de la decisión del Ministerio de Educación de aplicar el Simce este año, muchas críticas han surgido. Por ejemplo, que es una medida desconectada con las necesidades actuales de las escuelas, la falta de confiabilidad en sus resultados o el significativo gasto que conlleva mientras hay otras urgencias presupuestarias.
Pero más allá de la contingencia, ¿vale la inversión de tiempo, energía y dinero realizar estas pruebas censales anualmente? La respuesta es no, no vale la inversión.
En primer lugar, luego de más de 30 años de aplicación intensiva de la prueba Simce se ha demostrado su poca efectividad en mejorar la calidad de la educación. Por el contrario, existe extensa evidencia que el uso de la prueba, asociada a amenazas y sanciones, genera efectos negativos, como la estandarización en los métodos de enseñanza, la reducción curricular o inhibición a la innovación pedagógica, entre otras.
Segundo, los resultados de las pruebas estandarizadas llevan a una lectura engañosa, pues se presentan como producto de la “calidad educacional” de un establecimiento. Sin embargo, los estudios que han calculado el efecto de la escuela en este tipo de mediciones fluctúan entre apenas un 8% a un 20%, mientras que el capital cultural de la familia se lleva el mayor porcentaje que explica dichos resultados.
Tercero, son los profesores quienes saben de mejor manera el nivel de aprendizaje de sus alumnos. En caso de que un docente no tuviese la capacidad para evaluar apropiadamente a sus estudiantes, tampoco tendría la capacidad de utilizar los puntajes Simce para mejorar el trabajo pedagógico.
Es hora de cambiar un modelo de evaluación competitivo y punitivo, por una evaluación formativa e integral. Resulta suficiente una evaluación muestral o censal cada tres años, junto a una supervisión territorial pertinente a los desafíos de cada establecimiento.
Alejandra Falabella
Universidad Alberto Hurtado
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