Bienvenida democracia
Por Juan Carvajal, periodista y ex director de la Secom
Que la reciente fue una mega elección histórica nadie lo discute, que la paridad de género para la Convención Constituyente se instaló como uno de los avances más espectaculares en materia de igualdad de derechos, tampoco. También lo es el aseguramiento de 17 constituyentes de pueblos originarios, que obliga a abordar en profundidad este tema para la nueva Carta Magna e incluso el hecho de que esta será la primera Constitución escrita por representantes electos para tal objetivo y aprobada por toda la ciudadanía.
Sin embargo, la dinámica de hoy es la valoración de perdedores y ganadores, de proyectar los efectos de los resultados en las candidaturas presidenciales, de la conformación de mayorías y minorías para la próxima Convención, de los contenidos probables que se asoman y, por ende, de los temores o alegrías que provoca la posible correlación de fuerzas.
Es evidente que los resultados sorprendieron a vencedores y vencidos, que la institucionalidad política tradicional fue fuertemente golpeada, que la derecha tuvo un revés histórico que la sitúa por primera vez por debajo del tercio y que la emergencia de nuevas fuerzas en posiciones de poder genera preguntas, desestabilizan los mercados y llenan de nerviosismo al mundo empresarial, a las elites políticas y a todas las instituciones. Pero ¿alguien podría afirmar que esto es una sorpresa?
Para quienes observan con cierto espanto los resultados, habría que recordar que las alertas comenzaron hace mucho rato y que las instituciones de todo orden no las quisieron observar ni asumir. La principal fue el propio gobierno. Qué impresionante resulta recordar a ese ministro que recomendaba comprar flores porque habían bajado de precio, o al que sugería levantarse más temprano a esa mayoría ciudadana que ya lo hacía de madrugada para llegar a tiempo a su trabajo o esa autoridad que se extrañaba porque las demandas estudiantiles incluyeran temas de relieve nacional.
Si alguien tenía dudas de los niveles de desigualdad que se mantenían inermes en la sociedad, esto quedó de manifiesto en el estallido social, dramáticamente al desnudo en el desarrollo de la pandemia y escandalosamente al descubierto con el pésimo manejo del gobierno en el plano social frente a la crisis sanitaria. Lo que ocurrió este fin de semana no fue sino el cierre de la primera etapa de un ciclo en el que “Fuente Ovejuna” se tomó la palabra y decidió hacer sentir que ha llegado la hora de terminar con los abusos, que es preciso emparejar la cancha y que más justicia e igualdad en Chile es para hoy y no para mañana.
La buena noticia es que nadie por sí mismo podrá impedir o imponer algo en la Constituyente, que la diversa conformación de ese grupo humano obliga a la búsqueda de acuerdos y que los sectores más radicales hoy están institucionalizados en la propia Convención. Lo que surja de allí deberá someterse al juicio de la ciudadanía y nadie podrá reclamar que no tiene representación y que no hay espacios para expresar sus puntos de vista. Ahora que todos sin excepción están convocados a realizar un ejercicio participativo que los centros de poder parecían haber olvidado, digamos entonces, ¡bienvenida democracia!
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