Brecha digital y desigualdad educativa

Colegio Betel


Por Ernesto Treviño, director del Centro UC para la Transformación Educativa (Centre UC), Facultad de Educación, Pontificia Universidad Católica de Chile

La pandemia del Covid-19 ha desnudado otras capas de desigualdad social y educativa presentes en el país, la más llamativa de ellas es la brecha digital. Esta última se combina con otra serie de desigualdades que se superponen sobre las mismas niñas, niños y adolescentes, y que lleva a amplificar las inequidades en las oportunidades de aprendizaje.

Para graficar esta situación, basta una breve visita a cinco datos clave sobre la penetración de Internet en Chile y las consiguientes desigualdades. En primer lugar, de acuerdo a los datos de País Digital, el porcentaje de usuarios de Internet en Chile es cercano a 75 por ciento, pero la distribución de este porcentaje no es homogénea entre distintos grupos sociales.

En segundo lugar, alrededor de 50 por ciento de los hogares del primer decil de ingreso usa Internet, lo que contrasta con el 95 por ciento del decil más alto de ingresos. Esto implica que la mitad de los hogares del primer decil no tiene posibilidades de acceder a la educación en línea, precisamente se trata de quienes más apoyo necesitarían.

En tercer lugar, las desigualdades en capital cultural se asocian también a las disparidades en acceso a Internet. Así, solamente 41 por ciento de la población sin educación formal tiene acceso a la web, lo que contrasta con el 98 por ciento de los profesionales con postgrado.

En cuarto lugar, la zona de residencia es otro factor de desigualdad. En zonas urbanas, solamente 76 por ciento de la población ha utilizado Internet y 50 por ciento en zonas rurales. Esto implica que los estudiantes de escuelas rurales tienen menos probabilidades de acceder a la educación a distancia desde sus hogares.

En quinto lugar, cerca de 20 por ciento de los hogares de Chile son monoparentales, lo que implica que los niños y niñas de esos hogares es probable que tengan escasas opciones de apoyo y acompañamiento en casa durante el periodo de educación en línea.

Bajo estas condiciones no es posible pensar en que el sistema escolar trabaja ni trabajará en condiciones normales para atender a la población, especialmente la que más lo necesita. Las nuevas capas de desigualdad que quedaron al descubierto deben ser remediadas y atendidas. En este sentido, se requiere de innovación tecnológica para mejorar el acceso a Internet a los y las estudiantes que enfrentan más precariedades, y puede abrirse una oportunidad única para llevar a Internet a quienes más lo necesitan y los lugares más alejados al avanzar en la instalación de la tecnología 5G en Chile. Se trata de un tema que está pendiente y que podría contribuir enormemente en esta tarea.

Además de aprovechar la oportunidad de la incorporación del 5G, se requiere también avanzar en políticas públicas de largo plazo que garanticen el acceso a Internet gratuito para estudiantes que más lo necesitan y sus familias a través de redes públicas, entrega de dispositivos como tabletas o computadores, así como apoyos especiales para la cobertura en zonas rurales.

En conjunto con el acceso a la educación vía virtual se debe considerar la calidad. No cabe duda que esta pandemia nos ha mostrado que estamos lejos de alcanzar un desarrollo adecuado en términos de diseño instruccional para plataformas virtuales, así como una pedagogía adecuada a este medio la cual, sin lugar a dudas, es diferente de la que se usa en las clases presenciales.

En resumen, la brecha digital replica las desigualdades sociales y es tanto de acceso como de calidad. Es momento de enfrentarla con visión de largo plazo para de una vez dar acceso a Internet a nuestras y nuestros estudiantes y docentes, para integrar la tecnología como una herramienta central para las situaciones de emergencia y, también, para aprovecharla de mejor forma durante épocas sin interrupción de clases.