Caballo de Troya



La historia del caballo con el que los griegos engañaron a los troyanos me produce un efecto ambivalente: su sabiduría implícita es innegable, pero no deja de molestarme un cierto elogio a la "viveza", de abuso a la buena fe. Se puede leer el triunfo de la astucia, pero también que muchas veces el engaño vence, al menos por un tiempo.

En una parte del discurso feminista hay un caballo de Troya, porque a propósito de la reivindicación de los derechos de la mujer se introducen de contrabando una serie de conceptos y otras motivaciones con una carga ideológica que solo degradan el valor del objetivo declarado. Históricamente la mujer ha sido relegada a condiciones del todo inicuas, sus derechos civiles y políticos han sido desconocidos, su aporte a la sociedad menospreciado, cuando no ignorado, así como ha sido obligada a vivir en un entorno gobernado por la manera masculina de entender la realidad. Esto es injusto, ineficiente e intolerable en un mundo civilizado, ni siquiera digamos en uno desarrollado.

Pero de ahí a decir que el patriarcado es consecuencia inevitable del capitalismo y que para defender los derechos de la mujer se deben cambiar sus bases esenciales hay más que una distancia enorme. El estado liberal y democrático de derecho, cuya consecuencia natural en el ámbito económico es el capitalismo, es la única forma de organización social en la historia de la humanidad que ha permitido la reivindicación de los derechos de la mujer y de todos los otros grupos tradicionalmente oprimidos. Solo donde ha imperado la libertad individual, el reconocimiento de la igualdad ante la ley y donde la libertad económica ha permitido el desarrollo, las mujeres han ganado espacios importantes de educación, de acceso a la política, al poder económico y a la reivindicación eficaz de su igualdad de derechos.

Por ejemplo, sostener que entre nosotros la defensa de los derechos de la mujer requiere el fin de las AFP o "desmilitarizar" La Araucanía, es sencillamente abusar de la ingenuidad, del descuido o, derechamente, de la ignorancia de quienes asumen esas causas como sinónimos. Es tratar de ganar mediante un caballo de Troya la batalla en que la realidad, los hechos y la historia han derrotado a esa izquierda ideologizada y militante que no termina de asumir el fracaso de su modelo alternativo.

Ha hecho bien la ministra Plá al no dejarse llevar a una lógica populista y engañosa, ni tampoco a una polémica artificiosa. Defender, entre otros, el derecho de las mujeres a no ser agredidas, limitadas en los distintos ámbitos de la vida, ni tratadas con condescendencia, es una opción justa, que se legitima por sí misma y no merece ser usada como caballo de Troya ideológico.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.