Cambio de horario: falta un debate profundo

Chile aplica el cambio de hora desde hace 57 años. Un periodo durante el cual se ha reunido experiencia suficiente en las materias que condicionaron la medida como también en aquellas que la cuestionan como para llevar a cabo un debate con altura de miras sobre esta política y poner fin así a una discusión de todos los años.
El próximo 5 de abril a las 23.59 horas en el país deberán retrasarse los relojes en 60 minutos para dar comienzo al horario de invierno, que corresponde al huso horario de nuestro país UTC-4. En septiembre los relojes experimentarán nuevamente el adelanto de una hora. La excepción son las regiones de Magallanes y Antártica Chilena, y la de Aysén, que desde 2016 y desde este año respectivamente, mantienen el horario de verano.
La medida del cambio de hora rige en Chile desde noviembre de 1968 cuando se implementó para enfrentar cortes de energía y mantener los servicios luego de un año de profunda sequía, la que al prolongarse durante el año siguiente justificó dar continuidad a esta política, en el entendido que al extender las horas de luz natural había un ahorro significativo de energía. Razón que también explica por qué la Unión Europea y Norteamérica adoptaron el cambio. Sin embargo, en el 60% de los países no existe o se ha abandonado la medida ya sea por razones prácticas, por disponer de horas de luz suficientes para una jornada adecuada, o bien porque el cambio no tiene un impacto relevante en el ahorro energético.
En nuestro país, y como ha sido recurrente año a año, cuando se aproximan las fechas de cambio de horario se vuelve a levantar la discusión sobre su conveniencia o inconveniencia, justificando inicialmente la medida por las mismas razones por las que se implementó. A ello, sin embargo, se ha sumado la idea de que agregar horas de luz en las tardes -en el cambio al horario de verano- permitiría el retorno más seguro a muchas personas y facilitaría actividades después del horario laboral. Por el contrario, quienes objetan la medida aducen que todos estos cambios generan efectos en los ciclos de sueño, con las consiguientes consecuencias en el desempeño y procesos biológicos, especialmente en los niños, hasta que el cuerpo se acostumbra, y que debiera existir un solo horario -lo que también abre otra discusión si debe ser el de invierno o el de verano.
Sin embargo, se están sumando nuevos elementos al debate, como que la Región de Aysén tras una campaña ciudadana que reunió 9.000 firmantes y luego de una consulta ciudadana convocada por la Delegación Presidencial que obtuvo un 94% de apoyo, logró por Decreto Supremo quedar excluida del cambio de horario. Una iniciativa que ha sido recogida ahora por autoridades y parlamentarios de la Región de Los Lagos, quienes la están promoviendo también por razones de productividad, seguridad y efectos físicos. Una situación que claramente impone la necesidad de que el tema -en su conjunto- sea tratado en profundidad, con todos los antecedentes a la vista. Es absolutamente razonable que Rapa Nui, por la distancia a la que se encuentra del continente, tenga un horario distinto, pero ¿es factible que cada región de nuestro país se pueda ir definiendo horarios distintos? ¿Si es Aysén porque no la Región de Los Lagos? ¿Y si fuera la de Los Lagos por qué no la Región de Los Ríos?
En un país unitario, con una ubicación geográfica que va de norte sur y sin mayor extensión lateral no se entiende que exista tal diferencia de horarios durante algunos meses del año, con las complicaciones prácticas que puede significar para localidades relativamente vecinas que operen con horarios distintos, con gran interacción y cuyas necesidades pueden no ser muy diferentes entre unas y otras.
Por otra parte, Chile ha experimentado 57 años de cambios de horas, en los cuales se ha reunido experiencia suficiente en las distintas materias que condicionaron la medida como asimismo de las que sustentan su crítica, como para poder abordar una discusión sobre esta política con altura de miras. Es importante determinar si en un país con un desarrollo distinto, con una estándar muy diferente en materia de comunicaciones, con hábitos ciudadanos nuevos, jornadas laborales más cortas y una matriz energética muy distinta, se siguen justificando los cambios horarios, y si lo hacen, definir si lo más adecuado para iniciar el horario de invierno es en abril o convendría adelantarlo a marzo, coincidiendo con el inicio de clases. A ello se pueden sumar experiencias comparadas como la de Argentina -que con una importante extensión territorial- lleva más de 15 años con un solo horario.
Un debate que por cierto no es nuevo. En 2018, por ejemplo, la propia Comisión Europea puso sobre el tapete una propuesta para terminar con el cambio de horario en todo el bloque, la que fue apoyada por el Parlamento Europeo, pero sobre la cual el Consejo Europeo aún no se ha pronunciado.
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