Catarsis constituyente
Por Winston Alburquenque, profesor de Derecho UC de los Recursos Naturales
Los antiguos griegos hablaban de catarsis como un medio de purificación de las pasiones del ánimo. Sigmund Freud utiliza en 1880 el método catártico al provocar un efecto terapéutico a través de la purga de efectos patógenos ligados a sucesos traumáticos a través de su evocación. En términos jurídicos y sociales lo que hemos visto en las últimas semanas es una verdadera catarsis, en donde ha salido a la luz eventos que mucho ya habíamos olvidado pero que otros los tenían en su subconsciente y que se manifestaron con mucha vehemencia.
En donde más claro se puede ver este proceso catártico es en los recursos naturales, tal vez porque es de aquellas materias más esenciales en nuestra economía, pero al mismo tiempo son un tema sensible, porque tocan aspectos muy íntimos en la historia de nuestro desarrollo, afecta las necesidades básicas e incluso tienen protagonismo en aspectos espirituales.
Las iniciativas aprobadas en general en estas últimas semanas reflejan más que nada la manifestación del trauma que existe en algunos sectores más que una real búsqueda de la solución a los problemas que existen. Estas iniciativas nacen de sectores que son minoría y que tienen una especial visión de los recursos naturales,, ya sea desde la vereda más estatista del tema o de los pueblos originarios. Estas iniciativas son una muestra de lo que a ellos le gustaría tener más que lo que jurídica, técnica y económicamente sea lo más conveniente para el resto de la población.
La iniciativa sobre la nacionalización de la gran minería, que es una versión 2.0 de la reforma constitucional del año 1971, no tiene nada de original, repite sus palabras y cita a su ideólogo Eduardo Novoa Monreal, que era un excelente abogado penalista, pero muy lejos de ser un experto en temas mineros. Esa inexperiencia significó no haber calculado el embargo de los envíos de cobre en todos los puertos receptores hasta que se pagara la correspondiente indemnización a las empresas expropiadas.
Este mismo destino podemos sufrir si se sigue adelante con las iniciativas que buscan sanar heridas de grupos que se sienten postergados como son los pueblos originarios y otros de la izquierda más extrema que buscan la oportunidad de imponer sus ideologías. Así lo podemos ver de la iniciativa que deroga el Código de Aguas y todos los derechos de aguas constituidos desde el año 1981 y en la iniciativa que declara sin efecto todos los permisos mineros, eléctricos, forestales y de aguas en territorio indígena.
Este proceso constituyente puede llegar a ser un interesante ejercicio de sanación a través de la catarsis que permitan que ciertos sectores que no hayan tenido su espacio puedan alzar la voz y expresar su ideal de país; sin embargo, no puede seguir adelante sin una visión realista desde le dé perspectiva jurídica, social y económica. No puede pasar que el remedio de una minoría se transforme en el veneno de la mayoría.