Catrillanca: el enredo sigue
La salida del general Hermes Soto debió haber sido el fin del descalabro político. Después de la decisión del gobierno, resistida por el uniformado, pareciera que podía dejar el asunto en manos de la fiscalía y apostar a una renovación del Alto Mando, con un nuevo general director, el que en pocas horas ha dejado clara su pasión por las relaciones públicas. La resistencia patética del general incluso podría haber servido para que La Moneda demostrara una autoridad que le faltó a administraciones anteriores ante casos similares, y con ello recuperar el alicaído liderazgo del ministro del Interior.
Pero las cosas no se han calmado y el gobierno no ha logrado sacar el caso de La Moneda. En primer lugar, la llamada guerra civil verde, como varios han titulado el enfrentamiento entre los generales Hermes Soto y Bruno Villalobos, sigue con fuego de obuses con gases venenosos, de esos que no se detectan, pero causan estragos en trincheras. Este medio publicó una entrevista a uno de los involucrados en el crimen del comunero Camilo Catrillanca, y muy aconsejado por su nuevo abogado cercano al exgeneral Villalobos, hace ver que la persona que habló con él para que mintiera tenía instrucciones directas de Soto. El intento de dicha entrevista de involucrar al caído Hermes Soto en la madeja judicial que viene y los consiguientes efectos dentro de Carabineros prueba que ni el Ministerio del Interior ni el nuevo general director han logrado pacificar las aguas entre los partidarios de los caídos generales dentro de la institución.
Además de ello, el exgeneral director se fue sin solucionar uno de los enredos más notorios. Hay que recordar que entre la larga lista de declaraciones estrambóticas que hizo en su tiempo el general, contó que las grabaciones del procedimiento policial las había destruido un carabinero temeroso de que salieran a la luz pública imágenes intimas de su esposa en la mesa familiar. La semana pasada, La Tercera publicó declaraciones de autoridades que muestran que el gobierno tenía las imágenes del enfrentamiento el 15 de noviembre y las declaraciones de Soto son posteriores a ese día. Más aún, el ministro del Interior ratificó la tesis del borrado de una evidencia fundamental, bajo mismo pretexto, tres días después de que las imágenes estaban en poder de La Moneda. Otro rincón oscuro del laberinto se ha formado en la guerrilla de declaraciones entre el exintendente Mayol y el senador oficialista Felipe Kast. Ambos cayeron en defender con pasión ante los medios un supuesto enfrentamiento del que ahora se disculpan diciendo que los habían engañado. La tesis del "carabinero mentiroso" que tenían las dos autoridades no se sostiene, pues como dejó claro, de manera inteligente, el general de la zona ante la fiscalía, fue él quien recibió las imágenes del intendente, quien además agregó que el enredo lo habría armado el senador. Como es probable que ambos deban declarar ante el Ministerio Público, las versiones que conoceremos serán muy distintas, pues no tiene el mismo precio mentirles a los fiscales.
El último y más importante de todos los enredos es la pregunta que falta. En todos los crímenes las cuestiones a resolver son el qué, cómo, dónde y por qué. La opinión pública ya sabe que mintieron en el cómo ocurrió el crimen. También se cayó la tesis originaria del qué, pues no fue un enfrentamiento en ningún caso, pues no hay registros de balas recibidas por carabineros. Pero no se ha hablado todavía de la más importante duda: el porqué.
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