Cauto optimismo en materia de crecimiento

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Pese al rebote que se observará este año en materia de crecimiento -producto de la baja base de comparación que dejó el 2020-, la verdadera capacidad de crecimiento en el largo plazo de la economía chilena sigue siendo débil.



El Banco Central publicó el Informe de Política Monetaria (IPOM) con cambios significativos en las estimaciones para este año. En 2021 la economía chilena crecería entre 6% y 7% -un incremento desde el rango previo que estaba entre 5,5% y 6,5%-, lo que sería su mejor rendimiento desde mediados de la década pasada.

Entre los aspectos que destaca el IPOM, que explican estas perspectivas más favorables, están el mejor escenario externo -por una fuerte recuperación de nuestros principales socios comerciales, China y Estados Unidos-, los efectos expansivos de la política monetaria y fiscal, que tendrán mayor impacto en la actividad de este año; el hasta ahora exitoso proceso de vacunación, la poco exigente base de comparación y la posibilidad de “que el proceso de discusión constitucional seguirá los cauces institucionales previstos y que no se repetirán episodios graves de violencia”.

Pese a que el panorama para este año parece ser excesivamente benigno, es importante evitar el espejismo estadístico que implica la exigua base de comparación. Según el Banco Central, la inversión crecería este año 9,2%, pero este aumento se da luego de una caída violenta de 11,5% en 2020, lo que implica que en esta variable existe la posibilidad de que ni siquiera se recupere el nivel prepandemia. De hecho, el informe destaca que “la inversión ha mostrado una recuperación mucho más lenta que la del consumo, afectada por la elevada incertidumbre sobre el desarrollo de la pandemia y la carga financiera de las empresas”.

La rápida recuperación que exhibe la economía chilena -que en parte se sustentaría por el exitoso programa de vacunación-, no debe eclipsar los problemas que arrastra el desempeño macroeconómico local. Uno de ellos es la trayectoria de las finanzas públicas, que ha ido alcanzando niveles preocupantes. Por ejemplo, la deuda pública alcanzó en 2020 el 32,5% del PIB, su nivel más alto desde comienzos de los 90. Recientemente, Standard & Poor’s rebajó la calificación de la deuda soberana chilena de “A+” a “A”, debido a la “erosión de las finanzas públicas de Chile durante los últimos 10 años, que probablemente se estabilizarán a un nivel debilitado una vez que la pandemia retroceda y la economía se recupere a su ritmo tendencial de crecimiento del PIB”.

La verdadera capacidad de crecimiento en el largo plazo de la economía chilena sigue siendo débil. Hacia 2023, según el IPOM, volveremos a un rango de expansión entre 2,5% y 3,5%, lo que refleja que el rebote técnico que veremos este año tiene características temporales. Es comprensible que las autoridades económicas hayan estado enfocadas en abordar la crisis económica de la mejor manera, evitando que la economía tuviera una caída aún más disruptiva. Sin embargo, en el corto plazo los esfuerzos deben volcarse a retomar un clima que favorezca la inversión y la generación de empleos, variable que se mantiene muy rezagada en el contexto de la recuperación actual. Como menciona el Banco Central en su informe, “un factor que podría colocar algún freno a la velocidad de la economía es el desempeño del mercado laboral, que no se ha recuperado con el mismo vigor con que lo ha hecho la actividad”.

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