Centralismo energético
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SEÑOR DIRECTOR:
El apagón nacional del martes pasado es un ejemplo “de libro” de un sistema energético poco resiliente. Sin embargo, se asoma una confusión entre resiliencia y eficiencia en el debate posterior. Estas aptitudes, aunque conectadas, no son lo mismo.
Los “permisólogos” no demoraron en señalar que la vulnerabilidad de nuestro sistema energético responde a “trabas burocráticas” que la institucionalidad ambiental pondría al desarrollo de proyectos de generación y transmisión energética.
No confundamos peras con manzanas. Es cierto que la transición energética de nuestro país debe mejorar su infraestructura para evitar vertimientos de energías renovables, pero no toda propuesta de infraestructura es un aporte significativo en términos de resiliencia, ni mucho menos a la sustentabilidad.
La vulnerabilidad de nuestro sistema energético tiene nombre y apellido: centralismo energético. Más de 3.000 kms. de líneas de transmisión, operados con mínimo presupuesto desde la comuna de Pudahuel. Por ello, proyectos como los polos de generación renovable en Antofagasta y Magallanes, y su inclusión mediante líneas de transmisión de gran escala -como el proyecto Kimal-Lo Aguirre- no solucionan el problema de fondo.
A pesar de aquello, la descentralización ha ido perdiendo prioridad en la transición energética del país, a pesar de las oportunidades que las tecnologías renovables ofrecen. Un sistema energético vulnerable es uno que no puede garantizar la dignidad humana y las necesidades de las personas. Lo que hoy fue un fallo circunstancial, mañana podría ser una constante en un Chile que proyecta un aumento de fenómenos climáticos extremos, acompañado de miles de hogares a la luz de las velas.
Felipe Pino
Abogado
Coordinador de Programa ONG FIMA
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