Opinión

Chile ante el desafío de la nueva realidad mundial

AFP BRENDAN SMIALOWSKI

El anuncio de Trump de aumentar los aranceles unilateralmente a la mayor parte del sistema internacional marca el inicio de una nueva realidad económica global. En efecto, su unilateralismo ha quebrado de facto los principios que han sostenido la arquitectura económica multilateral.

¿Qué mueve a Estados Unidos a abrazar esta agenda de amenazas arancelarias a mansalva? El gobierno acusa que su déficit comercial es consecuencia de la competencia desleal de China y otras economías (principalmente asiáticas), quienes han crecido, supuestamente, a partir de aranceles selectivos, subsidios, quebrando la propiedad intelectual, uso arbitrario del tipo de cambio, y un largo etcétera. Así visto, la acción de EEUU sería una respuesta a una acción injusta previa. Existiendo o no mérito en ese argumento, si China hubiera crecido al ritmo que lo hizo sin quebrar ninguna normativa internacional, ¿no hubiese EEUU reaccionado de una forma similar ante la intensa pérdida de competitividad industrial y tecnológica ante China? ¿no creció el propio EEUU a partir de una agenda curiosamente similar en el siglo XIX y XX, bajo el alero de la ideología hamiltoniana?

En efecto, el unilateralismo norteamericano hace explícito que el orden multilateral neoliberal de post-guerra fría solo era estable en tanto los miembros no cambiaran su posición original en el tablero. Al momento en que una región (Este Asiático) logra escalar en las posiciones económicas, las reglas son derrumbadas desde la punta de la pirámide (EEUU).

Lo cierto es que el desempeño económico de la estrategia desarrollista de inserción al comercio internacional del Este Asiático ha superado al de las economías que abrazaron la forma neoliberal de inserción. Por ejemplo, en el periodo 1990-2019 China y el Este Asiático (sin China) crecían a tasas promedio en torno a los 9% y 4% respectivamente, mientras que EEUU, la UE y América Latina lo hacían en torno al 2.5%, 2% y 2.5% respectivamente. Mientras el G7 cae su participación en el PIB mundial de un 45% en 1990 a un 30% hoy, el BRICS crece de alrededor de un 15% a un 31%. Una estrategia ha rendido frutos, la otra se ha marchitado.

El vicepresidente de EEUU lo ha señalado explícitamente: el proyecto neoliberal de las elites fue displicente con la desindustrialización interna de EEUU, ciega con el boom tecnológico asiático, y terminó dejando a EEUU en un estancamiento productivo permanente. El gobierno Biden intentó frenar aquello con sus programas de políticas industriales (CHIP Act, IRA, Infrastructure Investment and Jobs Act), pero llegaron muy tarde. El gobierno de Trump ha tomado una alternativa distinta: profundizar el neoliberalismo en su economía (reducción de impuestos corporativos, desmantelamiento de departamentos públicos, frenar las políticas industriales anteriores, etc.) y atacar a sus adversarios externos desmantelando el orden neoliberal multilateral.

Es poco probable que esa estrategia le funcione: sin un apoyo y conducción de parte de un plan nacional de desarrollo firme desde el Estado (que Trump quiere destruir), es difícil que la protección arancelaria empuje la inversión privada a las tasas necesarias para recuperar su posición industrial. Menos cuando la estrategia comienza a golpear incluso a sus aliados corporativos y amenaza con una recesión mundial. Si Trump reculará su agenda internacional ante el efecto en los mercados financieros, o si doblará la puesta, es algo que aún está por verse.

Chile ante la nueva realidad

Más allá de lo anterior, lo que está claro es que EEUU en la práctica ha desmantelado el orden comercial internacional. Ante eso, el aumento de los aranceles de China a EEUU como represalia generarán una mayor inestabilidad en el tablero comercial y financiero, intensificando un conflicto donde solo los grandes pueden sobrevivir en el largo plazo. Las economías pequeñas, por el contrario, quedan con poca capacidad de movimiento y en medio de una guerra comercial de la que carecen de fuerzas para protegerse individualmente. Un caso claro es Chile, donde (contrario a lo que decían muchos) ni el TLC ni la fe en el multilateralismo de la OMC nos han salvado de la arbitrariedad arancelaria.

El problema de fondo es que, si hay algo peor que vivir bajo la ley impuesta por los poderosos, es vivir bajo la ley de la selva. La guerra comercial no ayuda al Sur global ni a Chile. Pero volver al multilateralismo neoliberal tampoco. Este último se está derrumbado a manos de sus propios creadores, y quienes abrazaron sus agendas no han logrado dinamizar sus economías. En el caso chileno, luego de un periodo de crecimiento, el modelo de inserción nos ha estancado en una década de baja productividad y creciente malestar.

Ante la nueva realidad, hay que cambiar la estrategia. Chile, con sus pares regionales, pueden empujar una opción más allá de la guerra comercial y del orden internacional neoliberal en bancarrota. Esto implica tres elementos: (1) Apostar por la multi-pertenencia, diversificando nuestros aliados y mercados (ampliar relaciones con economías como la India, y acercarse al BRICS), (2) Consolidar aliados, convocando, por ejemplo, a una coordinación regional ante el unilateralismo norteamericano y (3) Empujar una agenda por un Nuevo Orden Económico Internacional verde, que supere el actual, que privilegia la apertura económica por sobre otros criterios, a un orden que incluya la protección ambiental, la transferencia tecnológica, el trato diferenciado y la regulación de capitales para afrontar globalmente el cambio climático y la desigualdad entre naciones.

Tal como en 1972 Chile fue sede de la UNCTAD III donde el mundo discutió reformas estructurales al orden económico internacional, hoy Chile debe, y puede, no guardar silencio, sino ser protagonista de un nuevo multilateralismo para el desarrollo, que supere la guerra inconducente y las viejas reglas marchitas.

Por Juan Ignacio Latorre, senador de la República y José Miguel Ahumada, académico Instituto de Estudios Internacionales, Universidad de Chile.

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