Chile, país cooperador desde la base
Si queremos repuntar la economía, debemos entender que el progreso y el crecimiento son imposibles cuando existe el desequilibrio social.
Hace algunos días se publicó un estudio de la Fundación Hogar de Cristo donde se estima que las consecuencias de la pandemia pueden causar un retroceso de 10 años de pobreza en el país, afectando a aquellos con menores ingresos, bajo nivel educacional, jóvenes y mujeres.
¿Qué podemos hacer para integrar a una cantidad creciente de trabajadores que se está quedando fuera? Una opción es el emprendimiento, pero sabemos que no siempre se cuenta con las herramientas necesarias. Mi convicción es que lo que falta no es talento, fuerza o ganas de trabajar. Al contrario, las personas no quieren que les regalen las cosas. Están deseosas de encontrar oportunidades, sentirse realizadas, empoderadas y satisfechas. Por esta misma razón, creo que la promoción de las cooperativas es un factor crucial para lograr este objetivo.
Probablemente, lo primero que pensamos cuando hablamos de cooperativas es en un grupo de personas que se unen para gestionar colectivamente una empresa. Y estamos en lo cierto, pero con esta definición no alcanzamos a comprender el enorme potencial que tienen las cooperativas en la recuperación económica.
Comparemos la situación en países desarrollados: en la Unión Europea este modelo agrupa 2,8 millones de empresas, da empleo a 14 millones de personas y representa el 8% del PIB, según cifras de la Social Economy Europe. El modelo también impacta en la igualdad de género. Según el Ministerio del Trabajo Español, más de la mitad de los socios de la Confederación Española de Cooperativas de Trabajo asociado es mujer.
¿Qué lecciones podemos aplicar en Chile? La primera, es el impacto económico que generan las cooperativas, demostrando ser un modelo sostenible y competitivo. Segundo, logran cohesión económica y social porque prima la calidad de vida de las personas. Tercero: su naturaleza va acorde a los objetivos mundiales de desarrollo sostenible. Cuarto, generan trabajos dignos, ya que entregan herramientas colectivas como capacitación, ventas, comercialización, diseño, entre otras. Y quinto, un impacto positivo en la igualdad de género, permitiendo que más mujeres puedan acceder a puestos de trabajo (en Chile ya alcanza más del 50%). Un bonus track: al ser mayoritariamente agrícolas, las cooperativas ayudan a promover la descentralización.
Si queremos repuntar la economía, debemos entender que el progreso y el crecimiento son imposibles cuando existe el desequilibrio social. Los trabajadores chilenos están llenos de talento y empuje, pero para hacer de Chile un país con un modelo de economía asociativa, necesitamos que tanto el Estado como los empresarios estén alineados con la institucionalidad requerida para dar respuesta a los nuevos problemas y demandas sociales que el crecimiento económico ha generado. Las cooperativas pueden convertirse en los agentes de transformación que Chile necesita.
-La autora es presidenta Asociación de Emprendedores de Chile Asech