Chile y Perú, miradas y percepciones bicentenarias
Carlos Escaffi es analista internacional y gerente de Imaginacción en Perú.
¿Cómo se percibe a Chile en Perú? Primero está la necesidad de diferenciar las dimensiones de las miradas. La primera, es netamente subjetiva, es la natural curiosidad con la que se observa a un vecino perpetuo, del que se habló, se habla y se hablará, por tanto, los mitos y leyendas hacen que el relato tenga diversas lecturas.
La segunda dimensión, es la del conocimiento, empírico o no, pero conocimiento al fin y al cabo, ese que proviene en razón de experiencias vividas. Diría que esta contribuye de manera importante, puesto que ayuda a cambiar percepciones, como, por ejemplo, aquellas que se generan como consecuencia de experiencias ordinarias y cotidianas. Por tanto, siempre sumará en favor de la relación el continuar generando, sin prisa, pero sin pausa, espacios de diálogos en sus diferentes formas para los peruanos y chilenos de a pie.
En casi 25 años de conocer a esta generosa nación que apapacha al foráneo, puedo decir que la percepción de Chile ha cambiado, y este cambio se ha ido generando como consecuencia de un proceso de maduración de ambos pueblos, que han decidido el camino de la integración y futuro. Por cierto, haciendo lo propio respecto del cierre de capítulos que distraían la atención, gestos propios de voluntades con miras a avanzar hacia un destino común.
Chile ya no necesariamente es tema en Perú, o al menos no con esa intensidad de hace 15 o 10 años atrás, y eso es bueno. Hoy peruanos y chilenos saben que se necesitan, se reconocen como aliados naturales. Las discrepancias que puedan surgir serán parte de la natural y providencial convivencia.
Hablar de integración económica y comercial pasa a un segundo plano, los más de 30,000 millones de dólares de flujos de inversión acumulada entre ambas naciones ya no sorprenden, así como tampoco el intercambio comercial que cerró el 2020 por encima de los US$ 2.600 millones. Lo que no puede ni debe pasar inadvertido, es que ambas naciones siguen manteniendo formidables condiciones para seguir siendo importantes destinos de inversión extranjera.
Hoy la integración es de los pueblos, de esos que se miran de igual a igual. Ambos pertenecen al bloque económico de moda, la Alianza del Pacífico; ambos apuestan por la apertura comercial y la conquista de terceros mercados con su potente oferta exportable; ambos, con mucho éxito han logrado posicionar su marca País, pero lo más importante es que ambas naciones han logrado, de manera natural, consolidar el pilar sociocultural, ese que se transforma en la estructura vertebral de soporte para el óptimo desarrollo y continua profundización, teniendo como objeto el bienestar de ambos pueblos sin mayores distinciones.
En esa línea, merece reconocerse la labor silenciosa de nuestros migrantes; peruanos y chilenos que hicieron, con mucho esfuerzo, de vuestra patria la suya, y que se integran de pleno en una sociedad que inicialmente pudo haber parecido ajena, pero que, como consecuencia del fenómeno denominado transculturación, lograron que se adoptaran costumbres, tradiciones, sabores, hasta manifestaciones de fe.
La apuesta por el desarrollo de una relación 3.0, deberá incluir fibras sociales y culturales, altamente sensibles y con vínculos profundos. En consecuencia, nuestras cancillerías deben entender la importancia de lo que significa salir a terreno y generar gestos a nivel del ciudadano de a pie. Y es que, bajo este nuevo escenario de profundización transversal, los gestos deben estar enfocados en los que verdaderamente se construyen en silencio y hacen mucho más por la relación. Tal es el caso del muy respetado y amigo Miguel Humberto Aguirre, conocido por sus pares como Mihua, periodista chileno en Perú, cuya voz, en medio de las tinieblas, se escuchaba en una importante frecuencia radial, llamando a la tranquilidad y a la esperanza en tiempos en los cuales la oscuridad del terrorismo inundaba los hogares de miles de peruanos.
Entonces, será fundamental entender que siempre será de vital necesidad, para la profundización de la relación bilateral, establecer canales de confianza mutua, sustentados en un enfoque relacional constructivo a largo plazo y no transaccional inmediatista.
Al analizar el fenómeno de migración vivido en Chile desde 1995 y, siendo parte los primeros migrantes, en esa época de origen peruano, hoy podemos decir que no solo están plenamente integrados, sino que son también la sociedad chilena. El fenómeno de transculturación entre Perú y Chile se da de manera natural, no solo es bien recibido, sino que empieza a adoptar hace más de una década formas propias de la cultura peruana, y es inevitable no hablar de la adopción de la gastronomía peruana que cautivó miles de paladares chilenos y que se selló bajo un matrimonio natural indisoluble entre la generosidad de platillos peruanos acompañados de un vino chileno.
Finalmente, Chile debe entender que la relación con Perú “es de piel”, “de contacto”, netamente relacional y también emocional. Sin duda, el lenguaje fácil y amigable, y sobre todo de gestos, contribuirá mucho al momento de establecer los acercamientos necesarios para abordar un asunto de interés común.
Como ya lo he dicho, hoy debemos apostar a trabajar en una relación 3.0, enfocada en la sensibilidad de la fibra social y cultural, una relación de calle, de terreno, cercana, y de confianza, en donde prime el respeto por la diversidad, la solidaridad, la inclusión y la igualdad de oportunidades, podrán tildarme de romántico y tal vez lo sea, pero prefiero ser generoso que mezquino. Atrás deben quedar los complejos.
Pero también, hoy Chile le dice al Perú a través de la inmortal prosa de Neruda, “sube a nacer conmigo hermano, dame la mano desde la profunda zona de tu dolor diseminado”. Hoy, la estrella solitaria, abraza al sol del Perú por sus doscientos años de vida Republicana. ¡Viva el Perú y viva Chile!
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