Cicatrices
Por Jorge Fantuzzi y Camila Pesce, economistas de FK Economics
Cuando pensamos en crisis económicas, generalmente tenemos en mente los dramas que se generan durante su transcurso: el desempleo y como éste afecta los ingresos familiares, los aumentos en la pobreza y la indigencia, la angustia frente a la vulnerabilidad, emprendimientos y empresas que dejarán de existir, entre otros.
Sin embargo, también hay una dimensión de más largo plazo que a veces no vemos. Las crisis dejan verdaderas marcas o cicatrices en muchas dimensiones de la vida de las personas.
Por ejemplo, en relación al desempeño laboral, hay estudios que muestran que un trabajador desempleado después de tres años gana un 14% menos de lo que habría ganado si no hubiese pasado por un periodo de cesantía. Asimismo, específicamente para Chile, hay un estudio del Banco Central que muestra que quienes sufren desempleo inesperadamente tienen un impacto en salarios significativo en el largo plazo.
Otro grupo que sufre marcas en el largo plazo son los niños. Existe evidencia de que quienes crecen en hogares afectados por el desempleo (en periodos de crisis o no), tienen peor situación económica cuando son adultos en comparación con niños cuyos padres no sufrieron el desempleo. También existe evidencia para algunos países en los que las crisis han aumentado la mortalidad infantil por falta de recursos públicos en salud. Por si fuera poco, también hay evidencia de que puede aumentar la deserción escolar definitiva por el estrés financiero que sufren los hogares.
Cuesta pensar en cicatrices más tristes.
Estas marcas permanentes nos obligan a pensar más allá del corto plazo y más allá de la macroeconomía del país. No solo necesitamos gasto contra-cíclico para mitigar los efectos de la crisis y salir lo menos dañados posible. También necesitamos políticas sociales que vayan directo a la vena de las familias más vulnerables y que apunten a reducir los riesgos de sufrir daños irreversibles.
En efecto, se necesita, por ejemplo, reforzar esfuerzos de programas de empleabilidad y capacitación para aquellos que lamentablemente pierdan sus trabajos. También de ingresos transitorios en la medida de lo posible para dar algunas certezas, aunque sean pocas. Se requieren esfuerzos adicionales para reducir la deserción escolar de las familias más desesperadas por ingresos. Y respecto de los niños que insoslayablemente dejen el colegio, buscar las formas de que reingresen al sistema escolar.
Lo que viviremos los próximos meses será difícil para todos. Ojalá que las marcas que nos queden sean leves, casi imperceptibles. Y si tristemente quedan, que sirvan de aprendizaje y recordatorio para que siempre estemos preparados en materia fiscal y social para crisis tan inesperadas como la que enfrentamos.
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