Ciencia e innovación: la nota positiva

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Por Anil Sadarangani, director de Innovacion, Universidad de los Andes

A pesar de haber estado estos últimos dos años rodeado de noticas negativas, pandemia y de pesimismo con respecto al futuro del país, se hace necesario destacar el trabajo realizado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación para impulsar la ciencia y la innovación en Chile.

La semana pasada quedó aprobado, de forma inédita, el presupuesto 2022 de ciencia con un 8,2% de aumento real con respecto al 2021, lo que conlleva a un 10% de aumento en el presupuesto para la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID), lo que deja a la institucionalidad robustecida y al ecosistema con mejores proyecciones.

Esta buena noticia viene a equilibrar en algo el preocupante resultado obtenido por el país en el Global Innovation Index 2021 (GII), donde Chile volvió a caer algunos puestos, aunque seguimos siendo los mejores rankeados de la región.

Pese a estar por sobre países como Colombia o Brasil, naciones que invierten mucho más que Chile en ciencia e innovación, no hay que dejarse engañar. En 2019, el país ocupaba el puesto 51 de esta medición y aunque en 2020 retrocedimos al lugar 54, la realidad es que actualmente hay otras economías de la región, como México (55) o Costa Rica (56) que nos están alcanzando a una gran velocidad, mientras que nosotros, en vez de acelerar estamos frenando.

El país está viviendo su mejor momento en cuanto a la capitalización de startups, donde hemos visto que varias compañías se han transformado en unicornios y han conseguido levantar capital por muchos millones de dólares. Pero en la vereda opuesta, vemos cómo el país sigue bajando en las mediciones que nos comparan con otras economías. ¿Por qué estamos perdiendo el liderazgo en innovación frente a los demás países de Latam?

Si nos comparamos con los top 10 a nivel global del GII, dentro de los siete pilares evaluados, observamos que las grandes brechas del país tienen que ver con la baja inversión en I+D por parte de los privados, tener un naciente ecosistema de venture capital, los vínculos y traspaso de conocimiento (transferencia tecnológica), la escasa difusión de ciencia y baja generación de activos intangibles, como la propiedad intelectual.

Bajo esta realidad es que el alza en el presupuesto de ciencia e innovación es una noticia que, independiente del color político que uno tenga, nos debería alegrar y pone de manifiesto que el fortalecimiento del ecosistema es una prioridad que va más allá de un discurso de buenas intenciones.

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