Color esperanza
Por Paulina Vodanovic, presidenta de Horizonte Ciudadano
Cuando en sus inicios se habló de “rodear la Convención” salieron (salimos) muchos a defender su autonomía, la que hoy se empieza a relativizar, cuestionando la representatividad de las y los constituyentes, la correlación de fuerzas internas o, derechamente, las propuestas o las personas. Sigo defendiendo la autonomía de los constituyentes, pero ello no significa encerrarse o hacer oídos sordos de lo que dice la ciudadanía, la misma que los eligió democráticamente para dictar una nueva Constitución, la llamada “casa de todos”.
Las “alarmas” de estos últimos días a la Convención son, en realidad, un llamado a la política. A poner las ideas por sobre los individualismos. Es el momento de que los partidos políticos y sus dirigentes asuman la responsabilidad que les (nos) cabe en relación al objetivo final: la aprobación de una nueva Constitución.
Si queremos que al gobierno del Presidente Boric le vaya bien, y para eso es necesario que el proyecto constitucional sea ratificado –ojalá- por una inmensa mayoría del país, debemos trabajar para ello. Asumir riesgos y liderazgos.
El objetivo es terminar con la Constitución de 1980 -con la subsidiariedad del Estado, la exacerbada protección del derecho de propiedad, etc.-, para tener un nuevo pacto social. Sí, un pacto social. Es decir, un acuerdo de voluntades lo más amplio posible para avanzar hacia lo que la ciudadanía ha reclamado a través de “No más AFP”, “fin al lucro en la educación”, “salud para todos”; o sea, un Estado social y democrático de derechos.
La Constitución no es una lista de deseos, sino el marco del Estado. Debe definir principios y una arquitectura del sistema político. Y no es el texto final lo único relevante. La responsabilidad de quienes están representando a la ciudadanía en esta tarea es cumplir su mandato. Discutir sí, con respeto, plantear posiciones, escuchar, pasar de la confrontación a la conversación, debatir, dialogar; y llegar al acuerdo. La mayoría circunstancial puede imponerse y vencer, pero -sin duda- siempre es mejor convencer.
Buscar consensos; no hay claudicación en ello, pues se persigue un fin superior.
Necesitamos arribar a un texto que no sea de izquierda ni de derecha, sino que sea de todos y para todos, concordar un diagnóstico y luego plasmarlo en normas.
Concordar: “unir de corazón”. Solo así la Constitución propuesta representará nuestra realidad y el marco para desarrollar el país que anhelamos. Para construir el Chile en que queremos vivir, primero debemos convivir.
No demos por fallido el proceso en curso. Nuestra responsabilidad – y, por cierto, la de las y los constituyentes- es cumplir con lo que la gran mayoría pidió: una Nueva Constitución para Chile.
Para eso es necesario oír, dialogar, corregir, escribir y reescribir pensando en la diversidad de Chile y no solo en quienes eligieron a cada constituyente. Sólo así, este proceso será color esperanza.
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