Columna Ana María Stuven: El momento constitucional no pasa
La duda en torno a la continuidad del proceso constitucional parece estar instalándose. Hace una semana, llamó la atención que la presidenta del Partido Regionalista Verde Social, Flavia Torrealba, dijera que “este momento constitucional ya no existe”. Sus palabras iban dirigidas hacia los “conservadores”, pero, asignándoles “el síndrome de la Lista del Pueblo”, dejó varios heridos en el camino. ¿Qué tecla tocó Torrealba en amplios sectores políticos, a pesar de que los diálogos sobre el nuevo proceso prosperan, lo cual parece predecible hace algún tiempo? Los bordes están diseñados y existe acuerdo sobre la necesidad de un “comité técnico”, aunque falta afinar varios aspectos del proceso.
Por otra parte, esta semana Cadem registró que un 47% de los encuestados preferiría postergar el proceso constitucional para ocuparse de urgencias mayores del país. Inquieta también que hay quienes prefieren reformar la Constitución del 80, sumándose a los Republicanos, siempre ausentes de la mesa que busca cumplir el mandato popular del 25 de octubre de 2020.
El agua que ha corrido bajo el puente constitucional con el desaguisado de algunos constituyentes y el contundente rechazo al texto que construyeron, efectivamente podría, mientras transcurre el tiempo sin propuestas concretas, disminuir la confianza en el proceso que salvó al país de la posible debacle luego del 18O. Ello, porque debe recordarse una y mil veces que la nueva Constitución fue el horizonte de expectativas presentado cuando todo parecía desmoronarse, y que se expresó en esa genialidad política que fue el acuerdo del 15N. Las demandas del llamado octubrismo eran difusas y tan amplias que era imposible concentrarse en una de ellas. Moviéndose entre la desigualdad y al animalismo, la Constitución no figuraba entre las que ocuparon el tintero de los grafitis. Pero el 15N logró unir al país y revivió la deuda pendiente con los enclaves de la dictadura. Logró así que los problemas que la ciudadanía había levantado quedaran suspendidos al resurgir una esperanza.
Efectivamente el momento constitucional puede enfriarse por la inminencia de los problemas que aquejan hoy: inflación, violencia, debilidad gubernamental, miedo a cambios radicales. Pero no debiera suceder, porque existe un mandato popular, y porque el país requiere recuperar un sentido de unificación nacional, para lo cual la nueva Constitución puede sentar los cimientos de la llamada “casa de todos”. La sociedad chilena muestra fracturas que ningún gobierno, menos uno que parece debilitado, puede componer.
Se equivocarían quienes sostengan que puede correrse un velo sobre un mandato popular. También quienes crean que la historia puede retrotraerse a la etapa en que parecía posible legitimar la Constitución del 80. El 4 de septiembre no debiera desviar la atención de la necesidad de fortalecer el sentido de nación y su unión en torno a una nueva Constitución aprobada por la ciudadanía.
Por Ana María Stuven, profesora titular PUC/UDP