Columna Benjamín Salas: La cohabitación de Boric y Milei
Van a cumplirse 365 días desde que Javier Milei y Gabriel Boric son a la vez presidentes de Argentina y Chile; pero todavía no se han juntado. Un año de cohabitación sin visitas oficiales o reuniones bilaterales, que se cierra con un categórico desinterés por conmemorar juntos los 40 años del Tratado de Paz y Amistad: ¡Vaya manera de honrar nuestra historia y a quienes evitaron una guerra fratricida!
Por supuesto, esto no significa que la relación bilateral se detenga. El vínculo con Argentina tiene una dimensión nacional, subnacional y supranacional a través de instancias que involucran a gobiernos regionales, las Fuerzas Armadas y la sociedad civil. Sin embargo, la voluntad de los jefes de Estado es esencial para el éxito de nuestra relación y, hoy, los caprichos de uno y la desidia del otro son responsables de un enfriamiento en la convivencia vecinal. La conmemoración de la firma de un tratado o las reuniones entre presidentes no son simplemente discursos y fotos. Mucho más que eso, son una oportunidad para destrabar puntos de tensión y fijar prioridades en la agenda bilateral. Con burocracias pesadas y burócratas desanimados, el “impulso presidencial” es necesario para que esas prioridades se conviertan en mandatos y acciones que generen más integración y cooperación. Los antiguos inquilinos de La Casa Rosada y La Moneda han entendido esto mejor, pese a encontrarse muchas veces en las antípodas políticas.
No podemos fijar nuestro estándar de buenas relaciones en la cohabitación y la cordialidad, celebrando cuando nuestros presidentes no descalifican al otro. Dos naciones que comparten 5.000 kilómetros de frontera no merecen esa mediocridad. Se requiere que nuestros líderes tomen una actitud proactiva que dé cuenta de los intereses estratégicos entre ambos países. Por ejemplo, hoy se advierte en Argentina un renovado interés por el Pacífico (y no sólo en las provincias fronterizas con Chile), sin embargo, tenemos un desafío mayor de mejorar la conexión terrestre a través de pasos fronterizos que hoy están muy presionados por el tránsito de camiones y personas. Ambos países tienen que hacer un esfuerzo por mejorar la infraestructura y simplificar los trámites. Ciertamente hemos avanzado en integración energética y mayor cooperación en la actividad minera, pero todavía queda bastante más por alcanzar. También tenemos la tarea de concretar nuevos proyectos como el tendido de un cable de fibra óptica submarino de Chile a Australia para la transmisión de datos, que presupone la participación de Argentina.
Con más de 40 mecanismos bilaterales que abarcan distintas áreas y materias de naturaleza política, comercial, fronteriza, cultural, científica y castrense, los jefes de Estado no pueden simplemente cohabitar divididos por una cordillera o descansar en el hábil canciller de Teatinos 180.
La historia nos ha enseñado que gobiernos de diferente signo político pueden tener relaciones muy fructíferas, pero para eso se necesita que los presidentes dejen de lado sus desavenencias personales y se ocupen de cuidar las relaciones bilaterales.
Esperemos pronto ver un encuentro entre Gabriel Boric y Javier Milei.
Por Benjamín Salas Kantor, abogado, colaborador asociado Horizontal