Columna Camila Vallejo: Cuando la política hace posible lo imposible
No ha sido poco el tiempo y el camino que hemos recorrido. Ha transcurrido mucho desde las primeras preguntas que recuerdo me hicieron las vecinas de la población Santo Tomás de La Pintana, sobre cómo podían acompañar el crecimiento de sus hijos e hijas siendo trabajadoras y llegando a las 10 u 11 de la noche a sus casas. Era claro: no tenían, en ese entonces y hasta ahora, ninguna chance de compartir tiempo de calidad con sus familias. Seis años después, luego de mucho debate y sobre todo, de mucho esfuerzo de construcción colectiva (e incluso de disputa de sentido común), podemos decir que es posible responder a las preguntas de esas vecinas con una buena noticia. A partir de ahora, Chile contará con la reducción de la jornada laboral a 40 horas. La nueva medida impactará en la vida de millones de personas y cumplirá un anhelo sentido de las clases trabajadoras, a una realidad tangible y palpable en una Ley de la República.
Pero para llegar a este punto, más allá del tiempo y los años, el proyecto tuvo que sortear las más variadas resistencias y oposiciones —muchas de ellas a veces caricaturizadas, a veces burlescas— que con temor intentaban frenar los avances que para Chile se veían, en ese momento, imposibles.
Sin embargo, las convicciones se mantuvieron firmes. Sabíamos que los cambios no iban a llegar de un día para otro y que desde los distintos espacios de deliberación política —antes desde el Congreso, y hoy desde el Gobierno— se debían construir puentes para cruzar el río, y así continuar el camino hacia un modelo de sociedad más humano y desarrollado.
Fue en esa precisa construcción de puentes que la reducción de la jornada laboral a 40 horas —reforzada con adaptaciones para los distintos sectores productivos; con perspectiva de género adecuada a las necesidades de los cuidados y una agenda de acompañamiento a las pymes— se transformó en el símbolo que refleja esa buena y sana forma de hacer política. Una política que privilegia los acuerdos por sobre las confrontaciones; la unidad por sobre la división; la empatía por sobre el atrincheramiento. En pocas palabras, la política que la ciudadanía necesita de sus políticos.
El llamado es a todos los sectores —tanto al nuestro como al del frente— a que esta sea la manera en la que nos hagamos cargo de las necesidades de la ciudadanía. Sin voluntarismos vacíos, sino con la genuina convicción de que sí es posible llegar a acuerdos no sólo en materia de derechos laborales, sino también para entregar pensiones dignas; para avanzar hacia un sistema de salud de calidad; para fortalecer la institucionalidad y las herramientas del Estado en el combate a la delincuencia; para establecer un nuevo pacto tributario; y para dar respuestas, hoy, a las múltiples necesidades y urgencias que demanda nuestro pueblo.
En tiempos donde el que grita más fuerte pareciera ser el dueño de la razón, es la propia ciudadanía quien nos exige bajar el volumen a ese bullicio que sólo privilegia los intereses personales, y no los comunes.
Despejemos ese ruido que ensordece todos los puntos de acuerdo que tenemos en común, avancemos en materializar las urgencias de las personas, y hagamos posible lo imposible. La voluntad está. Hagámosla realidad.
Por Camila Vallejo Dowling, ministra secretaria general de Gobierno y autora del proyecto de ley de reducción de jornada laboral a 40 horas semanales.
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