Columna Carlos Ominami: Lula, un ejemplo de resiliencia

Brazilian President-elect Luiz Inacio Lula da Silva meets with members of the government transition team in Brasilia


Las recientes elecciones en Brasil tienen muchos elementos sorprendentes. Se destaca la alta votación obtenida por un personaje violento, negacionista, autoritario y misógeno como Jair Bolsonaro. Ella corresponde a una construcción que tiene, sin embargo, precedentes en la historia. Su columna vertebral articulada en torno a iglesias evangélicas, policías y militares se asemeja al fascismo italiano. Será tarea central del nuevo gobierno responder con prontitud y eficacia a las demandas y los temores, fundados o no, que permitieron la generación en tiempos cortos de una fuerza que desde el propio gobierno llegó a poner en peligro el funcionamiento de la democracia en Brasil.

Pero, si se piensa bien, es especialmente sorprendente la capacidad de Lula y del Partido de los Trabajadores de sobreponerse a la situación en la que se encontraban hace pocos años atrás. En agosto del 2016 era destituida la Presidenta Dilma Rousseff, el PT parecía aplastado por una campaña que lo sindicaba como una asociación ilícita dedicada a administrar la corrupción, y el juez Sergio Moro alistaba el proceso que le permitiría encarcelar en el 2018 a Lula, su líder histórico.

Fue exactamente el sábado 7 de abril del 2018 el día en que Lula fue ingresado al cuartel de la Policía Federal de Curitiba procedente de São Paulo, de la sede del Sindicato de los Metalurgicos de Sao Bernardo do Campo, donde pasó sus últimas dos noches. Antes de salir por la puerta grande del sindicato les dijo a sus compañeros que no querían que se entregara “los poderosos pueden acabar con una, dos o cien rosas, pero no pueden detener la primavera”. “Si el crimen que cometí fue llevar salud y educación a los pobres, entonces quiero seguir siendo un criminal”. ¡No te entregues! le decían entre lágrimas sus compañeros. Lula los consolaba y les explicaba que entregarse era la mejor opción, que su estadía no sería larga y les dejó una tarea: “Lula sois vosotros y vais a ir por el país haciendo lo que debe ser hecho. Mis ideas ya están en el aire, no pueden detenerlas”.

En tan solo tres años, entre noviembre del 2019 y octubre del 2022, Lula logró transitar de la cárcel de Curitiba a ganar una elección que le volvió a abrir las puertas de Planalto. Los adversarios de Lula creían que la imagen humillante del líder ingresando a la cárcel rodeado por policías terminaría por destruirlo.

Se equivocaron completamente. La certeza de la inocencia, el apoyo diario de centenares de partidarios que lo saludan todos los días desde las afueras de la cárcel, la solidaridad internacional y el aliento del Papa Francisco crearon un cuadro que obligó a la justicia a anular los procesos.

El triunfo de Lula en las elecciones de octubre constituyó en realidad una verdadera proeza que permitió derrotar a un Estado enorme que a pesar de la movilización impúdica de todos sus recursos no fue capaz de impedirla.

Por Carlos Ominami, economista

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.