Columna de Daniel Matamala: Dinosaurios
Una antigua viñeta humorística muestra a un grupo de dinosaurios congregados frente a un gran dedo índice. Mientras discuten acaloradamente sobre el dedo, no ven lo que el índice está apuntando: el enorme meteorito que, a sus espaldas, está a punto de aniquilarlos.
Esta fue la semana en que, como dinosaurios con iPhones, los humanos nos dedicamos a mirar, polemizar e intercambiar memes sobre el dedo índice (una niña sueca), mientras le damos la espalda el meteorito (la emergencia climática).
Es que los humanos entendemos la realidad mediante el atajo de las narrativas de conflictos, héroes y villanos, no a través de gráficos ni planillas Excel. Un ejercicio que devela caretas y sincera negacionismos, en todo el mundo y también en nuestro país.
Tradicionalmente, los empresarios chilenos han entendido la protección del medioambiente como un adversario a vencer. Un juego de suma cero donde cada avance ecológico es un obstáculo para el desarrollo.
Una visión que encarna en estos días Fernando Barros, director de empresas, ex abogado de Pinochet e ideólogo de las sociedades zombis, esa estratagema que permitió a la flor y nata del empresariado chileno eludir fortunas en impuestos. Para Barros, la cumbre COP25 será un encuentro "muy contrario al mundo de la empresa y al modelo de desarrollo económico, distante del libre emprendimiento y más bien promotor del sometimiento del hombre al Estado".
Desarrollo o barbarie. Para Barros, el discurso ambientalista "clama" por "volver a estándares de la Edad Media" (sé que esta frase es difícil de creer, pero realmente Barros la escribió en una columna en el Diario Financiero).
La Sofofa, la CPC y el Consejo Minero rechazaron esas críticas, pero el debate en el gran empresariado está en llamas, con mensajes internos que -según publicó La Tercera- denuncian a "esta asamblea masiva, dominada por posiciones extremas, con conclusiones que culparán al modelo de desarrollo". El gobierno esperaba que los grandes empresarios aportaran US$25 millones a la cumbre; los cálculos ahora apuntan a que sólo llegará la mitad.
¿Qué revela esta división en un gran empresariado que suele ser monolítico en la defensa de sus intereses?
Pues, precisamente, que esos intereses están divididos.
Muchos en Chile siguen aferrados a lo que Martin Wolf , tal vez el columnista económico más influyente del mundo, llama "capitalismo tramposo" y "capitalismo rentista". "Una economía", dice Wolf, "en la cual el poder político y de mercado permite a negocios e individuos privilegiados extraer rentas de todos los demás". En Chile sabemos cómo: con monopolios, colusiones, trampas tributarias y depredación de recursos naturales.
Pero, al mismo tiempo, una capa cada vez más relevante del empresariado empieza a entender que ese modelo es insostenible y que los negocios del futuro llegarán gracias a la lucha contra el cambio climático, no a pesar de ella.
Es que el mundo está cambiando. La Business Roundtable, que reúne a los presidentes de 181 de las mayores corporaciones de Estados Unidos, desde Amazon a Walmart, y desde Apple a Exxon, acaba de dar un giro histórico. Después de 40 años, abandonó la definición del propósito de empresa de Milton Friedman ("sólo maximizar las ganancias de los accionistas"), para declarar que los intereses de trabajadores, clientes, proveedores y comunidades deben ser también considerados.
En este nuevo modelo, la protección del medioambiente se vuelve prioridad. Los empleados de Amazon y Google se fueron a huelga exigiendo a sus empresas tomar medidas drásticas por el cambio climático, y ambas compañías respondieron comprometiéndose a ser carbono neutrales para 2040.
¿Se escucha este clamor en Chile?
"No hay nada que le haga más daño a la empresa privada, que instalar la idea de que para ser exitoso tiene que seguir dañando el medio ambiente", dice el ministro de Energía (y ex presidente de una AFP) Juan Carlos Jobet. "Yo creo todo lo contrario, lo esencial del libre mercado es la capacidad de innovar de las empresas".
Chile tiene enormes oportunidades de negocios en energías limpias y el mercado de bonos de carbono, que es precisamente el gran nudo a destrabar en la COP25. Los capitalistas verdaderos, esos que huelen oportunidades en la innovación, serán los que se suban a tiempo a esta economía del futuro.
Los capitalistas de pacotilla, esos acostumbrados a succionar rentas y depredar impunemente la naturaleza, se seguirán aferrando al pasado, y, como buenos dinosaurios, dándole la espalda al meteorito.
Esta COP25 será un buen momento para ver quién es quién.
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