Columna de Aldo González y Óscar Landerretche: “Lo que importa es el gobierno corporativo”

A Minera Salar Blanco executive delivers a speech during a mining fair in Santiago
A Minera Salar Blanco executive delivers a speech during a mining fair in Santiago, Chile, April 26, 2023. The screen reads: "Lithium is now!". REUTERS/Ivan Alvarado

"El objetivo es capturar las rentas del mineral para sus propietarios que somos todos nosotros. Para ello se debe adoptar un diseño institucional que otorgue al Estado flexibilidad y herramientas, no rigideces arbitrarias e ideológicas. Además, es crucial que el diseño sea de rápida implementación para aprovechar la oportunidad".



No es la primera vez que somos sorprendidos por el precio de un producto minero. Hace 20 años, durante el súper ciclo de los commodities, se disparó el molibdeno y en cuatro años su precio se multiplicó por diez. Este era un subproducto de la minería del cobre y era tratado así. Tanto que no se contabilizaba como venta sino como ahorro de costos. Así que, de pronto, las mineras se desayunaron con que sus costos eran cero o incluso negativos gracias al molibdeno lo que convertía al cobre en margen puro.

Fue tal el impacto que durante un breve período se incluyó el molibdeno en las cuentas fiscales estructurales de Hacienda, tal como se está implementando hoy con el litio.

¿Qué pasó? Bueno, lo que siempre pasa cuando se dispara la demanda… la oferta reacciona y el precio cae. En el tiempo que ha pasado desde entonces, la producción global de molibdeno se duplicó.

El punto es que el ciclo del molibdeno fue efímero y la ventana para aprovecharlo acotada. Duró tres a cuatro años y, de hecho, tuvieron que pasar otros quince para que ese precio volviera a acercarse a sus máximos históricos.

Con el anuncio de la estrategia del litio por parte del gobierno la discusión se ha enfocado demasiado en los porcentajes de participación entre privados y Estado dejando de lado la finalidad central.

El objetivo es capturar las rentas del mineral para sus propietarios que somos todos nosotros. Para ello se debe adoptar un diseño institucional que otorgue al Estado flexibilidad y herramientas, no rigideces arbitrarias e ideológicas. Además, es crucial que el diseño sea de rápida implementación para aprovechar la oportunidad.

Una solución es la creación de una compañía del Estado encargada de administrar concesiones minerales no cupríferas, con un gobierno corporativo muy liviano (un directorio y un par de gerencias de apoyo) que tenga la facultad de adoptar diversos regímenes de explotación según resulten convenientes. Al ser una empresa liviana, podría crearse e implementarse bastante rápido.

Para minerales de mercado conocido y cuyas faenas están estudiadas, se podrían emplear concesiones con plazo acorde a las inversiones a ejecutar por el privado. La captura de los excedentes podría hacerse mediante pago up-front al licitar o bien con reparto de beneficios tipo royalty, como es hoy con los contratos de SQM y Albemarle. La competencia por adjudicarse los contratos permitiría a la empresa pública capturar las rentas. Un gobierno corporativo independiente, sujeto a la ley de sociedades anónimas y supervisado por la CMF daría garantías de que esas licitaciones no sean penetradas por el clientelismo y presiones políticas.

No hay que inventar la rueda. Tenemos experiencia en el uso de concesiones para impulsar inversiones y generar valor. En puertos, las empresas estatales deciden cuándo y cómo concesionar terminales de carga. También en casos extraordinarios pueden invertir directamente ellas mismas. El MOP lleva 30 años administrando contratos de concesiones, lo que ha tenido un impacto positivo sobre nuestra infraestructura que es reconocido internacionalmente. Si bien los objetivos son distintos, pues en el caso minero se busca que el Estado capture rentas mientras que en obras públicas se desea reducir tarifas o minimizar subsidios, la lógica del régimen concesional es similar.

En proyectos considerados estratégicos o de exploración, la empresa podría participar en el equity, aportando capital y asociándose con privados, tal como lo hace Codelco o Enap en algunas inversiones. Más aún, este fue el modelo empleado cuando se creó Soquimich en la época del Presidente Frei Montalva. En algunos casos se podría negociar que el Estado, a través de esa empresa, tenga una participación minoritaria en el capital, pero una “acción de oro” que otorgue poder de veto en algunas decisiones estratégicas acotadas, como ocurre en el caso de la minera Vale y el Estado brasileño.

El diseño del gobierno corporativo es crucial. Se debe establecer que el objetivo de la empresa es generar utilidad desde los yacimientos, adjudicar concesiones competitivamente y constituir sociedades con privados cuando convenga. Pero hay muchas formas de diseñar esas sociedades, convenientes para el Estado, que no dependen, necesariamente, de quien tiene participación mayoritaria en el capital. Más bien dependen de las oportunidades y riesgos, así como los costos y beneficios que cada negocio le ofrece al Estado.

Lo que importa es el gobierno corporativo.

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