Columna de Alejandra Sepúlveda: Bienestar incompleto
Las encuestas hacen noticia por sus resultados, pero hoy amerita destacar un paso previo, importante para el país y la economía de los cuidados: parte en Chile el trabajo de campo de la esperada -y postergada- Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT) 2023.
Es una iniciativa de gran valor para quienes generamos evidencia en torno a las persistentes brechas de género. ¿Por qué? Porque entregará datos actualizados de cómo distribuyen su tiempo mujeres y hombres, dando continuidad a la ENUT 2015, que puso números -por primera vez en Chile- a la “crisis de los cuidados”, una que la pandemia exacerbó.
Los organismos internacionales han alentado a los países a avanzar hacia el reconocimiento, redistribución y reducción del trabajo de cuidados no remunerado (las tres R), que realizan desproporcionadamente las mujeres, a través de políticas de cuidados, macroeconómicas y de protección social (OIT). Esta idea se plasma también en la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible y en el mandato de Chile, como Estado Miembro de la ONU, para orientar políticas hacia el logro de esta meta.
Un paso valioso, entonces, es contar con una ENUT regular. La anterior permitió cuantificar el valor económico del Trabajo Doméstico y de Cuidado No Remunerado y su contribución al PIB ampliado, a través del primer estudio nacional que hizo ComunidadMujer en 2019 (21,8%) y su actualización en 2021 por el Banco Central (25,6%).
Este ejercicio tiene el potencial de corregir una de las mayores críticas que se hace al Sistema de Cuentas Nacionales estandarizado a nivel mundial: que no reconoce los servicios no remunerados que se proporcionan dentro de los hogares como parte de la frontera de producción. Frontera que define qué actividades sí deben ser incluidas en el PIB, representando el principal indicador de bienestar. Hoy claramente está incompleto.
Esta incorporación, a través de cuentas satélites, permitiría expandir las dimensiones usadas para analizar la realidad económica, entregando información valiosa para el diseño de políticas de protección social que mejoren la calidad de vida de quienes realizan y reciben cuidados, como han hecho Colombia, México y Uruguay, entre otros.
En el caso de Chile, dimensionar el trabajo de cuidados también es crítico para una adecuada y urgente reforma de pensiones, que incluya mayor solidaridad y justicia al modelo. Y es que nuestro sistema no reconoce ni recompensa directamente este trabajo que sostiene la vida y que obliga a tantas mujeres a salir del mercado laboral formal, o hacerlo de manera intermitente, afectando sus ahorros previsionales para una vejez digna.
Hoy no se vislumbra el punto de llegada de la discusión política por esta reforma. En cualquier escenario, incluir beneficios que compensen las discriminaciones directas e indirectas hacia las mujeres resulta imperativo, así como sumar el valor del cuidado en mediciones como la ENUT, para dimensionar la enorme tarea que tenemos por delante. Para tomar acción y que nuestro bienestar no esté incompleto.
Por Alejandra Sepúlveda, presidenta ejecutiva de ComunidadMujer
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