Columna de Alejandra Sepúlveda: Reforma a la sala cuna: entrar en el círculo de valor
La maternidad tiene un impacto profundo en las trayectorias laborales y en los salarios de las mujeres. A nivel mundial esta problemática ha sido bautizada con un nombre poco feliz, pero revelador: la “Multa por hijo”, y es parte de la profusa investigación que le valió el Nobel de Economía a la académica de Harvard, Claudia Goldin, en 2023.
El tema también ha motivado la construcción de un atlas de 120 países de Europa, Norteamérica, Latinoamérica, África, Asia y Oceanía, donde se registran datos de los recorridos de hombres y mujeres, y cómo se bifurcan al momento de formar familia. La coincidencia de los resultados recopilados globalmente alarma y es coherente con un reciente estudio para Chile que estima que 20 meses después del nacimiento del primer hijo, la brecha laboral de género es de casi 15 puntos porcentuales y los ingresos de las mujeres disminuyen un 35% en el sector privado y 20% en el público (COES, 2023).
¿Cuál es la razón? El hecho cierto de que las mujeres carguen culturalmente y también por regulaciones, con la responsabilidad casi exclusiva y el costo no compartido del cuidado de los hijos y de la familia en el mercado laboral. El ejemplo nacional por antonomasia es el artículo 203 del Código del Trabajo. Este obliga a las empresas con más de 20 trabajadoras a proveer el servicio de sala cuna para sus hijos menores de 2 años, encareciendo su contratación y por tanto al acceso y permanencia en un trabajo formal.
El diagnóstico es claro, pero el consenso se rompe cuando se trata de abordar las distintas aristas de solución. Por eso, importa que el miércoles la Sala del Senado aprobara en general el proyecto para modificar la normativa, dando al Ejecutivo y parlamentarios hasta el 6 de mayo para presentar indicaciones.
Se trata, quizás, de la última oportunidad de avanzar con sentido de propósito, entendiendo que los cambios pueden ser graduales y que los falsos juegos de suma cero, que han trabado la discusión por 25 años, no benefician a nadie. Recomendamos entrar en el círculo de valor de la discusión y la negociación, reconociendo que el interés de asegurar el derecho de las mujeres al trabajo, no se contrapone al derecho de niños y niñas a una educación y desarrollo temprano de calidad.
Desatar los nudos del debate implica, por lo mismo, entrar de lleno en el proceso de la discusión en particular con ánimo de diálogo y entendimiento y abordar lo que hoy se cuestiona: que el beneficio se plantee solo para madres de hijos/as hasta los 2 años, excluyendo a los padres; que dependa del tamaño de la empresa, carezca de un perspectiva educativa, con estándares de calidad y suficiencia; no permita la participación de la oferta pública de salas cunas y asegure un modelo de sostenibilidad financiera.
Queda mucha tramitación por delante y es de esperar que no sea un déjà vu de las anteriores. Por lo mismo, cuidemos el proceso y no hagamos de ésta, una discusión entre bandos irreconciliables.
Por Alejandra Sepúlveda, presidenta ejecutiva de Comunidad Mujer