Columna de Alejandra Sepúlveda y Alejandra Mizala: Brechas en matemáticas: una tarea ineludible
Los recientes resultados del Estudio TIMSS (Trends in International Mathematics and Science Study), levantan una gran alerta sobre las deficiencias en la calidad de la educación en Chile. El retroceso en 12 años en los aprendizajes en matemáticas de los estudiantes de 8º básico, equivalente a un descenso de 25 puntos entre 2019 y 2023 (de 441 a 416) y el aumento de 13 puntos (de 9 a 22) en la brecha de género -que anteriormente también había constatado la prueba PISA de la OCDE-, demandan respuestas urgentes y eficaces.
Es claro que el cierre prolongado de las escuelas y el lento retorno a clases causó un mayor impacto negativo en el rendimiento de las mujeres. Sin embargo, estos resultados van aparejados a brechas de género en diversas actitudes y percepciones relacionadas a esta materia y, en particular, a la ansiedad hacia las matemáticas.
Es inaceptable que el sistema educacional deje atrás a las niñas, debido a estereotipos de género que están presentes en el profesorado, y la sociedad en general, e influyen en las expectativas sobre su desempeño presente y futuro. Así, menos niñas creen que son buenas en matemáticas, incluso comparadas con niños que obtienen similares resultados en las pruebas estandarizadas y desde temprana edad comienzan a evitar actividades que interpretan como para niños “buenos para los números”. Dichos estereotipos también inciden en su menor percepción de autoeficacia en matemáticas, ciencia y tecnología, determinando que muchas de ellas tomen decisiones vocacionales que las alejan de estas áreas del conocimiento. Un botón de muestra: solo un 21,4% de mujeres se matricula en carreras de ingenierías y un 11,8% en carreras de tecnologías de información y comunicaciones (TICs).
Como consecuencia de estas opciones vocacionales, se observa una brecha de remuneraciones y empleabilidad en el mercado laboral. Por ejemplo, el ingreso proyectado al primer año de egreso de la educación superior de las mujeres es menor en un 13% que el de hombres, debido a las diferencias de los ingresos promedio de las carreras escogidas.
Para promover una educación equitativa y diversa, es fundamental equilibrar la atención entre niños y niñas en el aula, incentivando la activa participación de quienes tienden a intervenir menos. Esto implica desarrollar desde edades tempranas el interés y las habilidades en diversas áreas, inspiradas por modelos de roles diversos en el hogar y el entorno educativo. Adicionalmente, garantizar una preparación equitativa en disciplinas STEM para niños y niñas y en actividades extracurriculares. Estos principios deben integrarse de manera transversal en las mallas curriculares de pedagogía y en la formación continua del profesorado, priorizando también la contratación y retención de mujeres en áreas tradicionalmente masculinizadas.
El desafío es mayor e ineludible. La educación debiese permitir que hombres y mujeres puedan desplegar sus proyectos de vida, y adquirir las competencias del siglo XXI, sin límites impuestos por mandatos culturales y por una retrógrada segmentación del conocimiento.
Por Alejandra Sepúlveda, presidenta ejecutiva de ComunidadMujer, y Alejandra Mizala, directora de ComunidadMujer