Columna de Alejandro San Francisco: Historia y polémicas de 50 años

jose toha


No es fácil escribir historia de tiempos complejos o de temas polémicos, sea por prejuicios o visiones ideológicas, religiosas o partidistas, que nos dificultan conocer el pasado con sus bemoles. Además, parece claro que las contradicciones del presente se trasladan al pasado con sus consecuencias y hostilidad.

El tema reemergió en Chile, a propósito de la conmemoración de los 50 años del 11 de septiembre de 1973. El coordinador nombrado por La Moneda para la conmemoración de la fecha debió renunciar ante el disgusto del Partido Comunista. Las palabras de Patricio Fernández fueron relativamente sencillas y razonables: “La historia podrá seguir discutiendo por qué sucedió o cuáles fueron las razones o motivaciones para el Golpe de Estado”.

La evaluación de las razones de la crisis del gobierno de la Unidad Popular y su fracaso o derrota continúan siendo polémicas. Veamos dos miradas contradictorias de actores relevantes de la época. El Presidente Salvador Allende, en su discurso final del 11 de septiembre, declaró: “El capital foráneo, el imperialismo, unidos a la reacción, crearon el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición”. Poco después, Eduardo Frei M. precisó las razones de la ruptura, en carta a Mariano Rumor: “A nuestro juicio, la responsabilidad íntegra de esta situación -y lo decimos sin eufemismo alguno- corresponde al régimen de la Unidad Popular instaurado en el país”. ¿Quién se equivoca y quién tiene razón? El proceso de la vía chilena al socialismo debe analizarse con madurez y perspectiva, y buscando una explicación pluricausal. Conocer y comprender un proceso histórico, su desenlace y consecuencias, ha sido un paso necesario y válido en momentos más duros y críticos de la historia mundial, como en las revoluciones Francesa y Bolchevique o en el ascenso del fascismo y el nazismo. Examinar los antecedentes, ponderar los factores que posibilitaron su triunfo y estudiar las ideas, personajes y sucesos es un deber, pese a las dificultades. Eso no implica “justificar” la guillotina, el gulag, una dictadura o los campos de concentración y exterminio. El libro de Enzo Traverso, La historia como campo de batalla. Interpretar las violencias del siglo XX (Fondo de Cultura Económica, 2012) ilumina al respecto.

No se logra nada cancelando la investigación y el debate, aunque sea valioso acordar ciertos valores permanentes como el respeto al Estado de derecho, la solución pacífica a los conflictos, la subordinación de cada gobierno a la Constitución y las leyes, y el respeto a los derechos humanos como base fundamental de la convivencia social.

El 11 de septiembre no puede generar unidad, porque desde un inicio significó división en Chile. Sin embargo, tampoco se puede silenciar a la historia o a la ciencia política, porque aún hay mucho por conocer y comprender. Tiene razón Keith Lowe, cuando reflexiona en su libro Prisioneros de la historia (Galaxia Gutenberg, 2021): “la historia y la memoria tienen la costumbre de evolucionar de formas absolutamente impredecibles”. Es bueno considerarlo, antes de intentar clausurar la investigación y el pensamiento.

Por Alejandro San Francisco, profesor de la U. San Sebastián y de la U. Católica de Chile. Director de Formación del Instituto Res Publica

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