Columna de Alejandra Arratia: Simce 2023 y Reactivación Educativa
La reciente entrega de los resultados del Simce por parte de la Agencia de Calidad de la Educación y el Mineduc, que evidencian una recuperación de los aprendizajes, especialmente significativa en Matemáticas en cuarto básico y segundo año medio, nos presenta la necesidad de analizar profundamente los desafíos que tenemos en materia de aprendizajes.
Si bien la prioridad inicial del sistema educativo es recuperar los índices previos a la pandemia, nuestra meta país no puede ser simplemente regresar a lo que teníamos el 2018. No podemos conformarnos con eso, donde un preocupante 36,9% de las y los estudiantes de cuarto básico no alcanzaba los aprendizajes mínimos en Matemáticas y un 29% no lo hacía en Lectura. En un país donde, además, la mitad de las y los jóvenes de segundo medio no logra desarrollar los aprendizajes esperados para su edad, es evidente que aún tenemos mucho trabajo por hacer para alcanzar una situación educativa óptima. Y estamos avanzando en ello.
Todo esto revela la importancia de la Reactivación Educativa, uno de nuestros ejes de trabajo prioritarios como Ministerio de Educación, cuya meta es impactar el aula, el corazón del sistema educativo, lo que llamamos el núcleo pedagógico: la relación entre conocimientos y habilidades, entre el o la estudiante y el docente. Pero ¿a qué nos referimos exactamente cuando hablamos de esto?
Hay al menos tres elementos que se refuerzan en este sentido a la luz de los resultados del Simce. En primer lugar, es crucial reconocer la diversidad presente en la sala de clases, de modo de poder adaptar las prácticas pedagógicas para atender esta diversidad en términos de experiencias formativas. Los estándares de aprendizaje juegan un papel fundamental en esta línea, al proporcionar información acerca de lo que saben, y pueden hacer las y los estudiantes en distintas etapas de progreso en las áreas evaluadas por la prueba. En base a esto, es posible retroalimentar las decisiones pedagógicas, permitiendo así ajustar las estrategias de enseñanza según el nivel de aprendizaje de los distintos grupos de estudiantes.
En segundo lugar, y estrechamente vinculado con lo anterior, es fundamental fortalecer estrategias que permitan promover la autoestima académica y la mentalidad de crecimiento de las y los estudiantes, variables cruciales para el desarrollo del aprendizaje. En esta línea, la evaluación formativa y las estrategias del DIA (Diagnóstico, Intervención y Acompañamiento) son herramientas clave para identificar la etapa en el desarrollo del aprendizaje y cómo apoyar el progreso de este para cada estudiante. De modo consistente con esto, la priorización curricular favorece que los contenidos más relevantes y significativos sean abordados, fortaleciendo así el proceso de aprendizaje.
Por último, es muy relevante crear ambientes protegidos, seguros y acogedores en el aula, que promuevan la convivencia positiva, el desarrollo socioemocional y la salud mental de las y los estudiantes. El aprendizaje ocurre tanto a través de la enseñanza directa como a través de la interacción social y emocional. Por lo tanto, es esencial cultivar un entorno en el que niños, niñas y jóvenes se sientan seguros para expresarse, aprender de los demás y desarrollar habilidades sociales y emocionales clave para su bienestar integral.
Como Ministerio de Educación, tenemos la convicción profunda de que todas y todos los estudiantes pueden aprender y desarrollarse integralmente. Los resultados evidencian, además, la capacidad de adaptación y resiliencia de las comunidades educativas, lo que reafirma una vez más el rol crucial del vínculo pedagógico. Es al servicio de este vínculo que se debe usar la evidencia del aprendizaje que entrega el Simce, junto con la evaluación que realizan los equipos docentes en escuelas y liceos, para fortalecer el proceso formativo, y seguir impulsando la Reactivación Educativa en nuestro país.
Por Alejandra Arratia Martínez, subsecretaria de Educación