Columna de Alfredo Jocelyn-Holt: Muertos, pero penan

Es impresionante. Este país se estanca, luego estalla, viene la pandemia, el gobierno de entonces tambalea, y los ricos sacan sus platas como malos de la cabeza. Unos desagradecidos. No se dan cuenta que renegar del propio país en que han hecho su fortuna es contra natura. Además, como que nos hemos vuelto provincianos, nuestras ínfulas se hicieron humo, y la regresión va a chorro. A fines de este año habremos vuelto a la Colonia.
Ha regresado el temor. Desaparecieron quienes se supone los defendían. Con todo, me hacen ver en círculos periodísticos que no se puede desplumar metafóricamente al finado Piñera; ni que se sintieran culpables de que se viniera a pique, ahogara y los delate. Cuando él no sólo voló cuando no debía -se suponía que era un piloto adiestrado- tampoco salió a flote después del 18-O. Eso es obvio, también que lo salvó el control social impuesto dictatorialmente, sirviéndose de la conveniencia de la pandemia. Sacrificó la Constitución, e Iturriaga, el actual comandante en jefe del Ejército, le hizo un golpe de Estado cuando le quitó piso a su cuento de la guerra. Sin embargo, Piñera no lo destituyó, enmudeció. Pero ahora, él se ha vuelto un intocable. Poco menos que lo han subido a los altares. Se puede ofender la familia, me cuenta un autor que osó criticarlo levemente. No vaya a ser que peligren el “legado”, los herederos (hasta Chadwick se aparece por si acaso), el liberalismo “evopolino”, la cara bonita de la muy fea y dividida derecha. Y eso que no es el único muerto que andan resucitando.
Lo mismo con la eterna candidata, ahora a la Secretaría General de la ONU, institución mundialmente desacreditada, salvo en Chile, y entre quienes creen que desde ahí pueden frenar a Trump. Así de desesperados andan. Y eso que no entienden que nos hemos librado de esos dos muertos políticamente que se turnaron y estancaron a este país durante dieciséis años. Sea por suerte, azar, fortuna, providencia, o destino. Llámenlo como quieran. Porque fue sin ningún mérito político de nadie que nos sacudimos de ambos. Nadie puede reclamarlos como triunfo. Señal que persiste el estancamiento y no renovación política de esta dupla siamés que por más de tres lustros expropiara el futuro político de este país. Ahora estamos en ese futuro, y sin embargo, inciden en calidad de fantasmas o almas en pena.
Lo anterior, lo principal de esta elección presidencial, ya ocurrió. Da lo mismo quién gana. Como he afirmado en otro lugar, cualquiera puede llegar a La Moneda después de Boric. Y pretenden echarles la culpa a los extremos. Falacia. Los más culpables son quienes debieran reconocerse responsables como centro político y no asumen su papel, sean socialistas, democristianos o derechistas. No se la pueden y, para peor, engendran a los desenfrenados ultristas de ambos polos.
Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador
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